Por Susana Silva, Jefa de Proyectos Centro de Desarrollo Humano, Fundación Chile.

El desempleo juvenil en Chile, con una tasa preocupante del 21,4%, significativamente superior a la tasa general, presenta desafíos importantes pero también abre una ventana de oportunidades que pueden transformar el futuro laboral de toda una generación. Más allá de las estadísticas, hay un potencial enorme para conectar a los jóvenes con sectores emergentes que no solo ofrecen empleos bien remunerados, sino que también son claves para avanzar hacia un desarrollo sostenible. Frente a este panorama, la educación Técnico Profesional (TP) emerge como una herramienta fundamental para promover trayectorias laborales dignas y responder a las exigencias de un mundo que evoluciona rápidamente.

La creciente necesidad de industrias vinculadas a la sostenibilidad, como las energías renovables, la tecnología verde y la economía circular, representa una oportunidad única para que los jóvenes se conviertan en protagonistas del cambio y de la transformación del país. Estos sectores, que buscan reducir el impacto ambiental mientras generan crecimiento económico, no solo requieren innovación y creatividad, sino también nuevas habilidades y competencias. Es aquí donde la educación TP tiene un papel crucial. Preparar a los jóvenes para trabajar en estas áreas no solo contribuye a su empleabilidad, sino que también posiciona a Chile como un líder en la transición hacia una economía verde.

Sin embargo, para que esto sea una realidad, es necesario cambiar la narrativa en torno a la educación técnica. A menudo percibida como una opción inferior frente a la educación universitaria, la TP debe ser reconocida como una vía igual de valiosa para alcanzar el éxito profesional. La clave está en fomentar la participación de jóvenes en programas alineados con las demandas del mercado actual y garantizar una constante actualización de los contenidos curriculares. La colaboración entre el sector público y privado es esencial en este proceso. Las empresas deben ver en la juventud una fuente de capacidad creativa, generosos en colaborar  y capaz de adaptarse a los cambios, mientras que las políticas públicas deben crear el entorno adecuado para que esas oportunidades se concreten.

La urgencia de encontrar soluciones al desempleo juvenil no debe ser vista únicamente como un problema a resolver, sino como una oportunidad para redefinir el mercado laboral chileno. Al formar a los jóvenes en sectores sostenibles, no solo se mejora su empleabilidad, sino que también se contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, como el trabajo decente y el crecimiento económico, establecidos en la Agenda 2030. Un país que apuesta por la juventud es un país que apuesta por su propio futuro, y Chile tiene todo lo necesario para ser un ejemplo de cómo el talento joven puede ser la fuerza motriz de un desarrollo justo y sustentable.

Es momento de aprovechar el potencial que ofrece esta coyuntura. Mirar a los jóvenes, potenciar sus capacidades y considerar sus percepciones desde el aprendizaje de la formación técnica no es solo una solución para el desempleo, sino la puerta hacia un país más innovador, inclusivo y responsable con su entorno. Lo que hoy se presenta como un desafío, puede ser el cimiento de un nuevo modelo de desarrollo humano.

 

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