Este fin de semana los relojes se atrasan una hora dando inicio al horario de invierno, algo que biológicamente es positivo, pero que requiere de adaptación física y psicológica.

Este sábado 6 de abril será el momento de atrasar los relojes y dar inicio al horario de invierno, cambio que, para bien o para mal, trae consecuencias químicas y biológicas en el cuerpo, lo que requiere de adaptación, sobre todo en estudiantes y adultos jóvenes.

De acuerdo a la profesora de Química y Ciencias Naturales del Colegio Salesianos de La Serena, Carla Álvarez, el cambio a horario de invierno “tiene aspectos más positivos que el de verano, incluso siempre se ha recomendado que no se cambie y se mantenga el que tendremos desde este fin de semana”.

Según la profesional, esto se puede explicar desde el punto de vista biológico: “Nuestro reloj biológico depende mucho del entorno, depende de cómo nos relacionamos con él, y, sobre todo, depende de la cantidad de luz”.

Esto, explica, tiene que ver con el sistema circadiano, encargado de mantener la temperatura, el sueño, el apetito y otras variables, donde “la luz tiene mucha incidencia en eso”, asegura.

Cuando el sistema circadiano está saludable, “nos permite estar despiertos cuando corresponde, es decir, cuando hay luz, y nos permite dormir tranquilos cuando hay oscuridad”, indica Álvarez.

Con respecto a esto último, la docente explica que “es el hipotálamo el que controla el sistema circadiano, y, cuando recibimos luz u oscuridad, éste envía señales, específicamente a la glándula pineal, y es ahí donde esta segrega la hormona melatonina, la que estando en niveles muy bajos nos mantiene despiertos, en estado de vigilia, permitiendo mayor atención y concentración”.

Por contraparte, cuando el nivel de melatonina es más alto, se tiende a estar más dormido y con más sueño, por lo que, lo normal, es concentrar mayor nivel en la noche y menor durante el día. Por todo esto, se sugiere el horario de invierno durante todo el año, ya que permite despertar con luz natural, permitiendo que se regule el sistema biológico.

Período de adaptación

Según comenta la profesora, las consecuencias son problemas cognitivos, somnolencia, niveles de atención bajos, así como problemas afectivos por aumento de ansiedad, estrés, bajo estado de ánimo y problemas hormonales.

Esto requiere de un período de adaptación que puede durar días, o incluso semanas. “A nivel hormonal no dura días, sino semanas, ya que el cuerpo debe acostumbrarse y adaptarse a nivel hormonal, proceso que es más duradero en caso de niños y jóvenes, que puede dilatarse hasta por un mes”, comenta.

Consecuencias psicológicas

Aparte de los cambios hormonales, químicos y biológicos que sufre el cuerpo con los cambios de hora, también existen consecuencias psicológicas que también requieren de atención.

Los psicólogos del Colegio Salesianos de La Serena, Raúl Orrego y Felipe Contreras, a través de un documento, advierten que el cambio “puede tener un impacto significativo en el bienestar psicológico de niños y adolescentes, lo que puede afectar su estado de ánimo, comportamiento y rendimiento académico”.

Dentro de los problemas a revisar, existen alteraciones en el patrón de sueño, así como fatiga y somnolencia diurna, sumado a cambios en el estado de ánimo, dificultades en el rendimiento académico, aumento del estrés y la ansiedad, y la disminución del bienestar general.

Para ello, indican los profesionales, “es importante brindarles apoyo emocional, establecer rutinas de sueño adecuadas y fomentar hábitos saludables para ayudarles a sobrellevar esta transición de manera efectiva”.

Recomendaciones

Para poder sobrellevar de mejor manera el proceso de adaptación, la docente de Química y Ciencias Naturales indica que “ideal se mejore la higiene de sueño, no consumir estimulantes como cafeína, evitar comidas picantes, grasosas, cítricas, así como las bebidas gaseosas”, a lo que suma la importancia de “establecer rutinas de sueño como, por ejemplo, estiramiento, leer, darse una ducha, acostarse en el lugar adecuado y no tener distracciones como el celular o la televisión”, lo que debiese convertirse en una rutina.

Por su parte, Orrego y Contreras indican que “hay que ajustar gradualmente el horario de sueño, idealmente con una semana de anticipación, adelantando la hora de acostarse y despertarse en intervalos de 15 a 30 minutos”.

Asimismo, recomiendan crear un ambiente propicio para dormir, como también limitar la exposición a pantallas antes de acostarse.

A ello, los profesionales indican también que es necesario fomentar la actividad física durante el día, regulando de esta manera el ciclo circadiano y promover el sueño reparador por la noche.

Por último, y no menos importante, recomiendan mantener una dieta equilibrada, ya que puede contribuir a mejorar la calidad de sueño y promover un estado de ánimo positivo, evitando las comidas pesadas antes de acostarse, donde es ideal “optar por alimentos ricos en tritófano, como plátanos o leche, que pueden inducir el sueño”.

“Sin duda es importante también que los padres mantengan abiertas las líneas de comunicación con sus hijos, permitiendo que estos expresen cualquier preocupación o malestar que puedan tener debido al cambio de hora, por lo que se recomienda escuchar sus preocupaciones y brindarles apoyo emocional, con el fin de ayudarles a sentirse más seguros y tranquilos durante este período de transición”, advierten. 

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