El desarrollo turístico en estas regiones impulsa la economía local y la conservación del patrimonio, destacando circuitos como el de Tomé y la ruta hacia Chillán.

Febrero es sinónimo de vacaciones, un período en el que miles de personas se desplazan en busca de descanso y experiencias turísticas. En este contexto, el turismo local en Biobío y Ñuble se presenta como una alternativa con un enorme potencial, tanto por su riqueza patrimonial como por su diversidad natural. 

Sin embargo, a juicio del académico y Jefe del Diplomado en Gestión para los Patrimonios de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), Gonzalo Ortega, el desarrollo turístico en estas regiones requiere de planes integrados a políticas y redes de cooperación para generar verdaderos ecosistemas en torno a esta actividad económica. La variedad de recursos tanto en el Biobío como Ñuble permite diversificar la oferta, pero es necesario estudiarlos con mayor profundidad e invertir de manera consciente para aprovecharlos en su totalidad.

“Sin duda las comunidades logran beneficiarse con la temporada estival, en lo económico y en la revitalización de espacios que, durante el resto del año, no logran convocar a los turistas. El turismo ha sido una oportunidad e incentivo para que comunidades logren poner en valor sus patrimonios y así tomarlos como herramienta para su propio desarrollo. Las fiestas costumbristas son un gran ejemplo, pero es importante establecer los resguardos necesarios, pues el turismo de intereses culturales sin regulación puede convertirse en una amenaza para la conservación”, señaló el historiador.

Biobío y Ñuble: rutas patrimoniales

Entre las rutas patrimoniales más destacadas de Biobío y Ñuble, se encuentra el circuito de playas de la comuna de Tomé, un destino tradicional para penquistas y chillanejos que ha logrado atraer a visitantes de distintas regiones del país. 

“Esta ruta no solo ofrece atractivos naturales, sino que también posee una historia que podría enriquecer la experiencia de los turistas. Integrar relatos sobre la historia textil de la zona, la vida ligada al mar y el potencial fosilífero de sus alrededores permitiría fortalecer su identidad y posicionarla como un destino con un valor patrimonial aún mayor”, afirmó Gonzalo Ortega.

Otra ruta con un alto potencial es la que conecta Tomé con Chillán, un recorrido que atraviesa diversos paisajes desde el litoral hasta la cordillera. Esta ruta es un testimonio de la riqueza histórica del país, permitiendo conocer desde la época prehispánica hasta el siglo XX. 

Su trazado unía el puerto de Tomé con la zona agrícola y ganadera del interior, comprendiendo una región que en su momento fue una unidad histórica y comercial. En este trayecto se encuentran hitos clave como la ruta del vino, la tradición alfarera y episodios de la independencia y la Guerra del Pacífico. 

Fortalecer esta ruta permitiría potenciar el desarrollo de las comunidades del secano costero y el interior de Biobío y Ñuble, convirtiéndolas en un atractivo turístico de gran valor patrimonial.

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