Señor director: Hoy en las escuelas conviven estudiantes con realidades diversas. Niños que saben y no saben leer, adolescentes que sufren cuadros ansiosos, problemas de obesidad, adicción a las pantallas, desmotivación, entre otros fenómenos que no son nuevos, pero que se volvieron más críticos en la pandemia. Todos problemas urgentes que, tras el receso escolar, seguirán estando ahí.

 

Por otra parte, nuestros docentes y educadoras volverán a las aulas para retomar lo que queda del año. Pero solos no dan abasto. Recordemos que su labor es conducir y resguardar el desarrollo integral de los niños y niñas en un ambiente seguro. No son psicólogos, nutriólogos o asistentes sociales, roles que muchas veces se ven obligados a asumir.

 

A su vez, sabemos que tanto estudiantes como docentes arrastran un desgaste socioemocional importante y que la violencia escolar es un problema latente y con diversidad de aristas. Si bien hay muchas formas de abordar estas situaciones, que además están íntimamente vinculadas, sugiero dos: una es reforzar los equipos de convivencia escolar entregándoles herramientas concretas para manejar situaciones diversas y la otra es tomarse en serio el desarrollo de las habilidades socioemocionales de forma sistémica en los establecimientos, ya que conocerse a sí mismo para conocer a otros es la base de toda sana convivencia. Prevenir siempre será mejor que curar.

 

Bernardita Yuraszeck

Directora ejecutiva Impulso Docente

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