Jessica Durán, académica Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar

Para muchas familias, las vacaciones escolares no son sólo un tiempo de descanso, sino un verdadero desafío. Cuando se trata de niños, niñas y jóvenes con necesidades educativas especiales, la preocupación es aún mayor: ¿cómo mantener rutinas estructuradas? ¿Dónde encontrar actividades adecuadas? ¿Cómo evitar la regresión en los aprendizajes logrados durante el año escolar?

La educación diferencial no se limita a la sala de clases; es un proceso continuo que requiere estimulación permanente. Sin embargo, en el receso escolar, las terapias se interrumpen, los programas especializados escasean y las alternativas de recreación adaptada son limitadas. Esto deja a muchas familias en una búsqueda constante de opciones para entretener y, a la vez, seguir potenciando el desarrollo de sus hijos.

Afortunadamente, existen espacios inclusivos que pueden hacer la diferencia. En Santiago, el Parque Bicentenario y el Parque Araucano cuentan con juegos adaptados, mientras que, en Concepción, el Parque Ecuador ofrece entornos accesibles. Para quienes buscan experiencias sensoriales, el Museo Interactivo Mirador (MIM) es una excelente alternativa, y en la costa, iniciativas como la Playa Inclusiva de Coquimbo permiten disfrutar del mar con mayor seguridad.

La Región de Valparaíso cuenta con diversos espacios al aire libre, como el Jardín Botánico, la Quinta Vergara y las playas, que, si bien no disponen de áreas específicamente inclusivas, brindan la oportunidad de disfrutar del entorno, compartir en familia y realizar actividades con un enfoque integrador.

Además, es fundamental fortalecer las actividades en casa. Juegos sensoriales con distintas texturas y sonidos, cuentos interactivos, sesiones de relajación con luces y música suave, e incluso tareas cotidianas como cocinar, pueden convertirse en valiosas experiencias de aprendizaje y conexión familiar.

El gran desafío es avanzar hacia políticas que aseguren programas municipales accesibles y capaciten a monitores en inclusión. Mientras tanto, las familias siguen siendo las principales impulsoras de un verano significativo para sus hijos. La educación diferencial no tiene temporada: es una necesidad constante que merece respuestas concretas.

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