El Día Mundial de Concientización sobre el Autismo, conmemorado el 2 de abril, es una oportunidad para visibilizar la neurodivergencia y, especialmente, para recordar la necesidad de construir una sociedad inclusiva durante todo el año. En este sentido, Josefina Larraín, jefa de Inclusión del Centro de Investigación para la Mejora del Aprendizaje de la Universidad del Desarrollo (CIMA UDD) considera que la inclusión real de niños, niñas y adolescentes dentro del espectro autista “no puede depender de una fecha conmemorativa, sino que debe ser un principio rector de nuestra convivencia. Este enfoque no solo enriquece a las personas con autismo, sino a toda la comunidad escolar, al fortalecer habilidades como la empatía, la tolerancia y la solidaridad”.
Según un estudio de 2021 de la Red SciELO, un 1,95% de los niños en Chile de 18 a 30 meses sería autista, por esa razón Larraín explica que es importante tener un diagnóstico oportuno, ya que se puede acceder a distintos tipos de apoyo como el del Centro de Salud Familiar (CESFAM), equipos multidisciplinarios y a la red educativa. “Esto mejora las posibilidades de intervención y reduce riesgos de desregulación emocional. Los controles sanos, la observación clínica, las derivaciones oportunas y la participación activa de las familias son claves. El trabajo conjunto entre familia, salud y escuela crea condiciones reales de inclusión y desarrollo”, destaca.
Hace algunos días atrás, se divulgó la noticia de que un niño dentro Trastorno del Espectro Autista (TEA) golpeó a una profesora. En este contexto, la jefa de Inclusión del CIMA UDD, asegura que la agresividad no es un síntoma propio del TEA, pero que esta puede aparecer debido a algo que le causó frustración. “Según un estudios de la Sociedad Vasco-Navarra de Neuropsicología indican que estas conductas se asocian a la falta de contención emocional, necesidad de gratificación inmediata y poca tolerancia a la espera”, comenta la experta.
“El Día del Autismo debe ser un punto de partida para una transformación cultural, ética y pedagógica. Valorar la neurodiversidad es reconocer que todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a aprender, participar y desarrollarse en ambientes respetuosos y adaptados a sus necesidades. Avanzar hacia una educación inclusiva implica fortalecer la red de apoyos, valorar las diferencias y construir una sociedad más empática y equitativa”, concluye Josefina Larraín.