Silvia Castro, Académica Escuela de Educación Física Universidad de Las Américas

Cada año las vacaciones de invierno se presentan como un esperado paréntesis en la rutina escolar. Para muchos estudiantes, es un respiro necesario; para sus familias, una oportunidad de reconexión, y para la sociedad, un momento clave para reflexionar sobre el valor del tiempo libre. Pero ¿qué estamos haciendo realmente con estas semanas? ¿comprendemos su potencial?

El descanso físico y mental es fundamental, especialmente en un contexto donde el ritmo académico puede llegar a ser abrumador. Sin embargo, este receso no debe ser sinónimo de inactividad. Al contrario, las vacaciones de invierno son la instancia ideal para fomentar el movimiento: en el sentido más literal, el cuerpo en acción, y también, desde otra perspectiva, asociarlo a la cultura, el pensamiento crítico y la participación social.

Chile, como otros países del hemisferio sur, enfrenta un desafío particular en estas fechas: el frío y la falta de espacios calefaccionados muchas veces impiden que niños, niñas y jóvenes salgan de sus hogares. Pero no podemos permitir que el invierno congele también las ganas de aprender y explorar.

¿Qué hacer entonces? Desde lo familiar hasta lo comunitario, hay acciones concretas que pueden marcar la diferencia. Organizar caminatas urbanas, visitar museos gratuitos, asistir a funciones de teatro o cine local, o simplemente habilitar espacios seguros en los barrios para que los niños jueguen. La clave está en movernos todos: el Estado, generando una oferta cultural y recreativa robusta y accesible; las municipalidades con actividades en centros o bibliotecas; las familias, entendiendo que el aprendizaje no termina con el cierre del cuaderno.

Además, este receso ofrece una gran oportunidad para el fortalecimiento emocional. Las vacaciones son el espacio propicio para los estudiantes pueden conectarse consigo mismos, desarrollar pasatiempos, o incluso sumergirse en lecturas que durante el año escolar quedan postergadas.

Estas vacaciones no debe ser simplemente una pausa, sino un período fértil de transformación. Si promovemos el movimiento, en todos los sentidos, estaremos invirtiendo en una niñez más activa, creativa y saludable. No se trata de llenar agendas, sino de abrir horizontes.

 

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