La transición energética es un tema de crucial importancia en la agenda global y Chile no es la excepción. La reciente noticia sobre el avance del proyecto de transición energética en Chile, que incluyó el rechazo de una indicación resistida por el sector de energías renovables, considerando la propuesta del Gobierno de reasignar los ingresos tarifarios extraordinarios, mientras que, la Comisión del Senado proponía un sistema anual de subastas a cargo del Coordinador Eléctrico Nacional.
Sin duda, estas propuestas no consensuadas ponen de manifiesto las tensiones y desafíos que enfrenta el país en este proceso.
Chile ha sido un pionero en la adopción de energías renovables, logrando hitos significativos en la generación de energía solar y eólica. En 2023, el 63% de la generación eléctrica fue renovable (hidro, solar, eólica, biomasa y geotermia). Sin embargo, el camino hacia una matriz energética completamente limpia no está exento de obstáculos. El rechazo de la indicación mencionada refleja la resistencia de ciertos sectores y las barreras regulatorias que aún persisten. Es fundamental preguntarse: ¿qué se necesita para superar estas dificultades y avanzar hacia una transición energética exitosa?
Comparando con otras naciones, encontramos lecciones valiosas. Alemania, por ejemplo, ha logrado avances significativos en su transición energética gracias a políticas inclusivas y consensuadas. Alemania busca abandonar la energía nuclear y los combustibles fósiles y esto está siendo posible gracias a un marco regulatorio claro y el apoyo decidido del gobierno. Actualmente, cerca del 40% de la energía en Alemania proviene de fuentes renovables. Sin embargo, este proceso también ha enfrentado críticas por sus costos y desafíos técnicos, lo que resalta la complejidad de una transición energética integral.
En contraste, Estados Unidos presenta un panorama mixto. A pesar de ser uno de los mayores productores de energía renovable del mundo, la polarización política y la falta de un marco regulatorio unificado dificultan el avance de una política energética coherente. Esto ha llevado a una implementación desigual de tecnologías limpias, variando significativamente entre estados.
Chile debe aprender de estas experiencias internacionales. La clave radica en diseñar un marco regulatorio que no solo impulse las energías renovables, sino que también ofrezca certidumbre y confianza a todos los actores involucrados. Es esencial fomentar un diálogo inclusivo que considere las preocupaciones de todos los sectores, desde las grandes empresas hasta las comunidades locales.
El avance en la regulación medioambiental, que permita una revisión exhaustiva y expedita de proyectos de energía renovable de envergadura, como los que se desarrollarán en la Región de Magallanes y de Antofagasta asociados a la producción de hidrógeno renovable y sus derivados, permitirá la atracción de inversiones y garantizar una transición energética justa. Chile puede liderar con éxito el camino hacia un futuro energético sustentable. El compromiso de todos los sectores y un enfoque coordinado serán claves para alcanzar este objetivo.
Equipo Prensa
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