Bernardo Pino, Académico investigador CIPAES Universidad de Las Américas
Visualizar la pedagogía del mañana, frente al cúmulo inagotable de herramientas educativas 4.0, es un asunto que genera asombro y preocupación profesional. El ámbito de la enseñanza y el aprendizaje de otras lenguas no es una excepción.
Una señal alentadora se asoma a partir de aportes relacionados con el rol de la traducción en la enseñanza de idiomas, el aprendizaje impulsado por inteligencia artificial (IA), y los denominados entornos inteligentes, inspirados en los avances de las ciencias cognitivas.
En primer lugar, el papel de la traducción en la enseñanza de lenguas extranjeras debiera reconsiderarse, ya que contribuye al uso contextualizado del idioma. Esta visión, defendida por el teórico de la lingüística aplicada Henry Widdowson, cuestiona los enfoques tradicionales que excluyen la lengua materna de la sala de clases y persiguen un ideal poco realista de hablante nativo. Desde esta perspectiva, traducir no es obstáculo para el aprendizaje, sino un proceso natural e interpretativo que moviliza los recursos lingüísticos del estudiante.
Por otra parte, la IA, especialmente a través de herramientas como los traductores automáticos modernos, aumenta las posibilidades pedagógicas. Aunque presentan ciertas limitaciones, bien utilizadas ayudan a comparar textos, analizar el lenguaje y aprender de forma más autónoma, reduciendo el miedo a equivocarse. Los sistemas que ofrecen retroalimentación inmediata ayudan también a mejorar la gramática y la escritura. Según estudios recientes, estas tecnologías también conectan eficazmente la traducción con procesos cognitivos y pragmáticos como la inferencia y la negociación del significado.
Desde la filosofía experimental, se ha impulsado la noción de entornos inteligentes (ambient smart environments) como sistemas capaces de regular compromiso cognitivo y estrategias de acción adaptativa, a través de sutiles interacciones personalizadas. Para ilustrar esto, imaginemos una sala de clases con sensores y dispositivos portátiles que monitorean en tiempo real el nivel de atención o fatiga. Al detectar sobrecarga cognitiva, el entorno ajusta automáticamente condiciones físicas como la iluminación, el mobiliario o el ritmo de las actividades, incluso sugiriendo pausas, sin intervención del docente. Equipos interdisciplinarios en la Universidad de Sussex sugieren que estas modulaciones casi imperceptibles podrían funcionar como extensiones del cuerpo y la mente del aprendiente.
La traducción pedagógica cobra relevancia en entornos inteligentes que favorecen aprendizajes situados. Aunque su integración plantea desafíos como la privacidad, la transparencia algorítmica y la formación docente, estas pistas nos permiten vislumbrar escenarios de enseñanza de lenguas, tecnológicamente mediados, que potencian la alfabetización académica del estudiantado 4.0.