Juan Pablo Ogueda Académico Carrera de Psicología, UDLA, Sede Concepción
En julio se celebra el Día del Cerebro, conmemoración que permite destacar una de sus características más sorprendentes: su plasticidad.
Una de las particularidades más importantes de los seres humanos es la adaptabilidad. Como especie, son capaces de adecuarse y vivir prácticamente bajo cualquier condición, incluso fuera del planeta. Esta es una ventaja comparativa enorme frente a otros seres vivos.
Para lograrlo, es muy relevante el estado de inmadurez en el que se nace. Nuestro desarrollo se termina de completar durante los años de infancia. Las experiencias que viva una persona moldearán su desarrollo, y, de esta forma, podrá adaptarse a vivir bajo las condiciones físicas o sociales que le toquen. Esta capacidad, por supuesto, debe también estar basada en su biología. Y ahí es donde entra el cerebro. Su función y estructura también se moldea con las experiencias ambientales.
Aunque el cerebro nunca pierde del todo su capacidad de adaptación, su flexibilidad es considerablemente mayor durante los primeros años de vida. Cuando un bebé nace, tiene aproximadamente el 20% de su cerebro desarrollado. Cuando cumple 3 años, aumenta a cerca de un 70%. Este órgano viene dispuesto a acomodarse y prácticamente la mitad de su desarrollo se gestiona durante los primeros años de existencia del ser humano.
Sabiendo todo esto, la forma en que se decida tratar a los individuos durante su infancia, influye enormemente en el futuro. Si se cría con maltrato, los cerebros se adaptarán a esto y, por lo tanto, el planeta estará lleno de personas listas para vivir en violencia. Si formamos con buenos tratos, tendremos cerebros listos para coexistir en paz y respeto mutuo. Entonces, es obligatorio plantearse: ¿en qué tipo de mundo quiero vivir?
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