Una evaluación kinésica completa preventiva, el ajuste adecuado del sillín y el manubrio, sesiones progresivas en duración e intensidad, además de una alimentación e hidratación adecuadas, son algunas de las recomendaciones.

 

Ver personas en las calles trasladándose en bicicleta dejó de ser una imagen poco común. Cada vez son más los que eligen bajarse del auto y cambiarse a este medio de transporte más económico, limpio y saludable. De hecho, cifras oficiales del Ministerio de Transportes indican que existen más de 1.800 kilómetros de infraestructura especializada para ciclos a lo largo del país y cada día se realizan más de 1 millón 600 mil viajes en bicicleta.

En este escenario, los especialistas coinciden en que migrar a este estilo de vida tiene múltiples beneficios para la salud. “La bicicleta es un ejercicio de bajo impacto que mejora la salud cardiovascular, aumenta la resistencia y ayuda a mantener un peso saludable. Además, fortalece los músculos de las piernas, glúteos y core abdominal, mejora la movilidad articular y promueve la circulación sanguínea. También es beneficiosa para la salud mental, reduciendo el estrés y la ansiedad”, asegura Lizet Osorio, directora de la Escuela de kinesiología de la Universidad Bernardo O´Higgins, UBO.

Aún cuando sus efectos favorables en el organismo son múltiples, lo cierto es que es fundamental tomar ciertas precauciones antes de empezar a moverse en bicicleta. Desde algo tan simple como ajustarla adecuadamente, considerando la altura del sillín y el manubrio para evitar sobrecargas musculares y articulares, hasta realizar un calentamiento general y específico de al menos 10 minutos, son algunas de las medidas que recomiendan los expertos. “Junto con eso, es importante considerar una progresión gradual, iniciando con sesiones cortas y de baja intensidad, para ir incrementando paulatinamente la duración, la intensidad y las inclinaciones”, puntualiza Osorio. Asimismo, es aconsejable una evaluación médica, si se tiene alguna condición de salud preexistente y un “chequeo kinesiológico para revisar cómo se encuentra el tejido musculoesquelético en general”.

Una vez que se inicia la actividad, es crucial mantenerse bien hidratado y consumir una dieta equilibrada para proporcionar energía y favorecer la recuperación muscular. “Además de usar ropa cómoda, calzado adecuado y casco de seguridad, se debe ajustar la bicicleta a la altura y tamaño del ciclista y planificar el entrenamiento de manera progresiva, incluyendo días de descanso”, aconseja la académica de la UBO. Y si se trata de evitar lesiones, lo fundamental es “fortalecer la musculatura, usar la técnica correcta, hacer estiramientos después de cada sesión para mantener la flexibilidad muscular y respetar tanto los tiempos de descanso como los límites de intensidad que dependen de la capacidad de cada uno”.

Y si bien pareciera que la bicicleta es una alternativa para todos, Osorio comenta que no deberían practicarla “aquellos que padecen problemas articulares severos, como artritis avanzada o lesiones en la rodilla, pues pueden experimentar dolor o empeoramiento de su condición. Lo mismo ocurre con las personas que tienen enfermedades cardíacas no tratadas o sufren de problemas de equilibrio severos”. En todos esos casos, enfatiza, es fundamental la consulta previa con el médico para obtener la debida autorización y “para todos, y ante cualquier tipo de deporte,  es altamente recomendable una evaluación kinésica completa porque la prevención siempre será mejor que la rehabilitación”.

 

 

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