Con la llegada de la primavera, las plazas y parques se llenan de vida y colores. Las tardes se vuelven más largas y cálidas, por lo que las familias prefieren espacios para compartir al aire libre. Entre tantas actividades posibles, hay una que combina naturaleza, apego y lectura: los picnics literarios. Se trata de extender una manta en el pasto, abrir un libro y leer en familia, transformando la lectura en una experiencia placentera.

¿Por qué los picnics literarios son beneficiosos para la infancia? En primer lugar, porque favorecen el vínculo familiar. Leer juntos es más que pasar páginas. También implica compartir risas, emociones y sensaciones evocadas por el cuento. Cuando un niño escucha a su madre o padre leer un cuento bajo la sombra de un árbol, la experiencia lectora se llena de afectos y significados que permanecen en su memoria y fortalecen su desarrollo emocional, ya que, a futuro, los niños no solo recordarán el cuento, sino también la sensación de estar acompañados, ser escuchados y valorados.

La segunda razón recae en que la naturaleza favorece la concentración y la comprensión, ya que el entorno natural aporta estímulos como el viento, los sonidos de las aves, los olores de las flores y la luz del sol. Todos estos elementos generan un marco sensorial que ayuda a los niños a conectarse profundamente con las historias, haciendo más significativa la lectura.

Otro factor de relevancia es que, probablemente, los niños tendrán la oportunidad de observar a otros niños, incluso adultos, disfrutando de los libros. Esta actividad transmite un mensaje poderoso a los más pequeños: que leer no es una obligación escolar, sino que una práctica cultural, en donde los libros forman parte importante de la vida de las personas.

Finalmente, los picnics literarios estimulan el juego, ya que la lectura no finaliza al cerrar el libro. Todo lo contrario, puede despertar la imaginación para que los niños inventen nuevos finales, creen historias novedosas inspiradas en lo que observan a su alrededor, o bien, que dramaticen a los personajes. De este modo, la lectura se transforma en una experiencia activa y lúdica, potenciando la creatividad y capacidad de expresión.

En estas tardes de primavera, la invitación es sencilla: llevar los libros a la plaza y disfrutar de un tiempo de lectura al aire libre. Así como los versos de Gabriela Mistral dicen “Doña Primavera
viste que es primor”, desarrollemos el hábito lector en nuestros hijos con esmero y delicadeza, para que desde temprana edad puedan comprender que la lectura, como la primavera, nos ayuda a florecer.

 

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Equipo Prensa
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