Ariel Jeria
Gerente general de Rompecabeza Digital
Vivimos inmersos en un océano de información: correos, alertas, noticias, reuniones virtuales, mensajes constantes y contenidos generados por IA. En teoría, estamos mejor informados que nunca. En la práctica, la saturación digital -también conocida como infoxicación– y el temido brain‑rot (ese deterioro de la claridad mental por consumo excesivo de contenido rápido y trivial) erosionan la capacidad para pensar con foco y producir eficazmente.
La productividad no significa estar siempre conectado, sino saber cuándo desconectarse. Cuando cada vez que ingresamos a una plataforma revisamos el celular, abrimos una pestaña nueva o nos distraemos con una notificación durante una reunión, se fragmenta nuestra atención y emerge un desgaste invisible que alarga los procesos y empobrece la calidad del trabajo.
¿Cómo “curarnos” de este fenómeno? Para esto se pueden seguir algunos principios básicos. En primer lugar, establecer bloques de concentración, como tiempos en los que no hay notificaciones, correos nuevos ni acceso a redes sociales, para poder avanzar con tareas profundas sin interrupciones. Otro elemento importante es cerrar WhatsApp Web y otras plataformas distractoras cuando no son necesarias. Menos ventanas abiertas es igual a menos ruido mental.
Evitar el celular en reuniones presenciales es otro elemento que puede marcar la diferencia. Y en reuniones online, debemos resistir la tentación de abrir otras pantallas. Una sola pantalla y la mente en el presente garantizan decisiones más claras. Las reuniones más cortas e intencionales también pueden aportar lo suyo: 30 minutos con objetivos claros son más efectivos.
Un aspecto esencial es “curar” las fuentes de información, priorizando los medios formales y reconocidos, newsletters especializadas y contenido experto. La clave no es consumir más, sino consumir mejor. Finalmente, siempre es aconsejable clarificar objetivos diarios. Antes de abrir el correo o una plataforma, definir qué se quiere lograr permite tomar decisiones conscientes sobre dónde poner el foco.
No se trata de renegar de la tecnología ni de aislarse, sino de recuperar el control. Saber lo que es esencial -y eliminar lo que no lo es- es la mejor estrategia para evitar la irritación mental y la dispersión que produce el exceso de estímulos digitales.
En tiempos de infoxicación y brain‑rot, reducir el ruido digital no es un privilegio: es una condición necesaria para proteger la concentración, optimizar el trabajo y tomar decisiones con mayor claridad.