En el escenario educativo actual, las escuelas no pueden darse el lujo de mantenerse estáticas. Las transformaciones sociales, tecnológicas y culturales exigen que los docentes y los equipos directivos se mantengan en constante aprendizaje, revisión y mejora de sus propias prácticas. No se trata solo de responder a nuevas políticas o a las urgencias del sistema, sino de asumir que el desarrollo profesional permanente es una condición indispensable para asegurar aprendizajes significativos y la continuidad de los proyectos educativos.
La mejora continua no se sostiene únicamente desde el aula, sino también desde los liderazgos pedagógicos. Los directivos que buscan retroalimentación se dejan acompañar y están dispuestos a revisar sus decisiones con mirada crítica, son quienes logran instalar capacidades colectivas en sus comunidades. En ese sentido, abrir espacios de formación, evaluación y reflexión profesional ya no es una opción adicional, sino una responsabilidad inherente al ejercicio de liderar una escuela.
Nuestra experiencia en los últimos tres años es un ejemplo de ello. Hemos trabajado en alianza con Enseña Chile, desarrollando un camino formativo que incluye capacitaciones de los equipos de aula, docentes y asistentes de educación, asesorías y fortalecimiento del equipo técnico-pedagógico y la incorporación de profesionales de la fundación. Esto ha fortalecido las competencias del equipo y ha desafiado nuestras formas tradicionales de reclutamiento, acompañamiento y evaluación. Las capacitaciones recibidas, el trabajo sistemático de retroalimentación y los espacios de reflexión conjunta han favorecido la construcción de una cultura interna más abierta al cambio.
Esta experiencia reafirma una convicción que trasciende cualquier modelo escolar: cuando los equipos docentes y directivos se asumen como aprendices permanentes y servidores de la comunidad educativa, la escuela se fortalece, se vuelve más consciente de sus desafíos y se proyecta con mayor coherencia. La retroalimentación deja de percibirse como juicio para transformarse en motor de mejora; las alianzas dejan de ser intervenciones aisladas para convertirse en parte del desarrollo estratégico.
Cualquier escuela, independiente de su contexto, puede encontrar en la formación continua y en el acompañamiento externo una oportunidad real de crecimiento colectivo. Lo esencial es entender que mejorar no es corregir fallas individuales, sino potenciar capacidades compartidas.
Héctor Ramírez Araya
Rector Colegio Salesiano Técnico Industrial Don Bosco Antofagasta
 





















