Cristián Villegas Director Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas

La escritura a mano ha sido durante siglos el pilar de la comunicación y la expresión del ser humano desde su invención alrededor del año 3000 AC, lo que ha permitido a distintas civilizaciones dejar registro de sus acciones, siendo un medio clave para la educación. Sin embargo, con la expansión de la tecnología, muchos jóvenes han ido dejando de lado el lápiz y el papel para adoptar herramientas digitales. La inmediatez de las pantallas, la facilidad de edición y la disponibilidad de múltiples plataformas, han contribuido a que el acto de escribir a mano se perciba como obsoleto o demasiado lento para las exigencias actuales.

No obstante, diversos estudios y medios de comunicación como National Geographic o la BBC han señalado que la escritura a mano aporta beneficios significativos en el proceso de aprendizaje. Por ejemplo, se ha comprobado que cuando los estudiantes toman apuntes a través de su puño y letra, se fomenta la retención de la información y se estimula la comprensión profunda del contenido al disponer de mayor tiempo de procesamiento. La elaboración personal de un texto no solo repercute en la memoria, sino que también mejora la concentración y ayuda a desarrollar habilidades cognitivas como la organización de ideas y la síntesis. Además, la caligrafía es un elemento de la identidad de cada individuo, ya que través del trazo personal, se construye un vínculo más cercano con los pensamientos y emociones que se plasman en el papel.

En el ámbito educativo, resulta fundamental encontrar un equilibrio entre la incorporación de las nuevas tecnologías y la preservación de la escritura manual. Fomentar espacios de práctica escrita, asignar actividades creativas que requieran el uso de lápiz y papel, e incluso promover proyectos de caligrafía artística o escritura creativa, pueden despertar nuevamente el interés y el aprecio por esta habilidad. Del mismo modo, se pueden integrar herramientas digitales, pero sin desplazar por completo las ventajas que conlleva la escritura a mano. La clave radica en que docentes y estudiantes aprendan a combinar ambos recursos para maximizar los resultados académicos y personales.

La escritura a mano no debe ser vista como una actividad anticuada, sino como un complemento esencial dentro de un mundo cada vez más digitalizado. Mantener viva esta práctica es una forma de preservar parte de nuestra identidad y garantizar que las futuras generaciones desarrollen al máximo sus capacidades cognitivas y creativas, reconociendo la ventaja de la digitalización, pero sin perder la noción de que esta habilidad nos ha acompañado desde hace más de 3 mil años, permitiéndonos dejar registro y educar a cientos de generaciones.

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