¿Qué ocurre cuando la necesidad de estar siempre conectados termina por distraernos del aprendizaje? Revisar el celular una y otra vez para no “perderse de nada” o sentir ansiedad por quedar fuera de lo que ocurre en las redes se ha convertido en una costumbre entre jóvenes y estudiantes universitarios. Esta sensación afecta su concentración, bienestar emocional y relación con el proceso educativo.

Estudios recientes advierten que esta ansiedad digital eleva los niveles de estrés y puede derivar en conductas adictivas vinculadas al uso de redes sociales. En Chile, el 91% de los adolescentes declara conectarse todos o casi todos los días a internet, principalmente desde el teléfono móvil (UNICEF, 2022). La Subsecretaría de Telecomunicaciones (2023) informa que más del 95% de los hogares cuenta con acceso a internet, consolidando un escenario de hiperconectividad que impacta en la atención, el descanso y el rendimiento académico.

La investigación internacional publicada en Computers in Human Behavior (2022) demuestra que el FoMO puede ser la puerta de entrada al uso excesivo de redes sociales. Lo que comienza como una experiencia entretenida puede transformarse en pérdida de control, descuido de responsabilidades académicas y comportamientos adictivos. Estudios globales revelan que los adolescentes que pasan más de siete horas diarias frente a las pantallas tienen más del doble de probabilidades de desarrollar ansiedad o depresión en comparación con quienes limitan su uso a una hora o menos.

En el contexto chileno, algunos estudios confirman que el uso intensivo de redes sociales se asocia con menor calidad de sueño, aumento de ansiedad y baja autoestima, factores que inciden directamente en el desempeño académico.

Frente a este panorama la práctica del mindfulness aparece como una estrategia clave para centrar la atención, reducir la necesidad de validación externa y reconectarse con las tareas académicas. En paralelo, el concepto de JOMO (Joy of Missing Out) propone una mirada positiva a la desconexión digital, viéndola como una oportunidad para el bienestar y el crecimiento personal.

Educar hoy no solo implica entregar contenidos, sino también acompañar a las nuevas generaciones a recuperar su atención, bienestar y sentido profundo de aprender en medio de un entorno saturado de estímulos analógicos.

Marisol López Académica Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas

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