Mónica Panes, Académica del Instituto de Matemática, Física y Estadística Universidad de Las Américas
La ciencia tiene como objetivo comprender y explicar los fenómenos que nos rodean. Para lograrlo, se realizan experimentos, se observan resultados y, en muchos casos, se recurre al análisis estadístico de los datos obtenidos. Lo anterior permite identificar relaciones, diferencias, patrones o tendencias que, de otra manera, podrían pasar desapercibidos. Lejos de ser innecesaria, como algunos podrían pensar, la estadística es una herramienta esencial en el ámbito científico.
Pero, su importancia trasciende a la ciencia y se extiende a diversas áreas como la investigación de mercados y la toma de decisiones en políticas públicas. A pesar de su relevancia, existen numerosos mitos y conceptos erróneos sobre la estadística que pueden llevar a malentendidos e interpretaciones incorrectas de los datos.
Uno de los más peligrosos es la creencia de que «la estadística puede probar cualquier cosa». En realidad, la estadística depende de la calidad de los datos y de cómo se interpretan. Aunque hoy en día existen herramientas informáticas capaces de realizar análisis estadísticos complejos, los resultados deben entenderse en su contexto, considerando siempre las limitaciones y supuestos que acompañan a estos datos. Manipularlos para respaldar un punto de vista, es una mala práctica que distorsiona la verdadera esencia de la estadística, comprometiendo la validez de las conclusiones.
Otro mito común es pensar que «una muestra grande garantiza resultados precisos». Si bien una muestra más grande puede reducir el error de muestreo, no asegura precisión si la muestra no es representativa de la población en estudio. El tamaño adecuado varía según el contexto, y aunque existen fórmulas para calcularlo, estas deben aplicarse con un conocimiento profundo de la situación. En muchos casos, los investigadores eligen un tamaño de muestra basado en sus recursos disponibles, más que en lo que sería ideal desde una perspectiva estadística, lo que puede comprometer la representatividad de los resultados.
También es común la idea de que «el promedio es siempre representativo». Aunque el promedio es una medida estadística ampliamente utilizada, no siempre refleja con precisión la realidad, especialmente cuando hay valores extremos que pueden distorsionarlo. Por ejemplo, si la altura promedio de un hombre es de 1.78 metros, es fácil asumir que esta cifra representa la altura típica de la mayoría. Sin embargo, el promedio puede no ser representativo si está influenciado por valores atípicos, lo que lleva a conclusiones incorrectas sobre la población en general.
Finalmente, otro mito extendido es pensar que «correlación implica causalidad». Este es uno de los errores más comunes. El hecho de que dos variables estén correlacionadas no significa que una cause a la otra. La correlación indica simplemente la existencia de una asociación entre dos variables, sin implicar una relación de causa y efecto. Es posible encontrar correlaciones significativas entre variables que no tienen una conexión causal directa. Por lo tanto, es primordial no asumir causalidad basándose únicamente en la correlación, especialmente en estudios observacionales que solo identifican asociaciones, pero no demuestran causalidad.
La estadística es una disciplina fundamental que, cuando se entiende y aplica correctamente, ofrece perspectivas valiosas sobre el mundo. Es fundamental reconocer y corregir los conceptos equívocos y ficciones que la rodean para utilizarla de manera más efectiva y precisa en nuestra vida cotidiana.
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