Leer es uno de los procesos cognitivos más complejos en el ser humano. Se puede definir como el encuentro de un lector y un texto en un contexto determinado; el lector siempre participa de manera activa realizando diversas estrategias con uno o más objetivos.
Muchas veces se piensa que ser un buen lector es una persona que lee mucho y rápido, incluso se celebra cuando un niño o niña logra descifrar el código escrito a muy temprana edad, sin embargo; dotar de sonido a las grafías del alfabeto para unirlas en fonemas, es sólo decodificar, este proceso es una pequeña parte del acto lector.
Las teorías en las cuales se considera la lectura como una construcción social ya tienen varias décadas de rondar el medio educativo, sin embargo, es común que en diversos ámbitos se aborde la comprensión lectora desde la formación del hábito, con énfasis en la decodificación, y no desde la competencia.
Por un lado, para hablar del desarrollo del hábito lector, debemos iniciar por preguntarnos ¿qué es un hábito? Cualquiera que sea nuestro concepto de hábito tendrá como característica la repetición, es decir, que hacer algo de manera repetida y rutinaria se traducirá en un hábito a través del tiempo. Por otro lado, pensar en la lectura como herramienta fundamental para seguir aprendiendo a lo largo de la vida implica mirar la lectura como una competencia. PISA define la competencia lectora de la siguiente forma: es la comprensión, el uso y la reflexión a partir de los textos escritos con el fin de alcanzar las metas propias, desarrollar el conocimiento y el potencial personal, y participar en la sociedad.
Reducir los esfuerzos en formación de lectores al desarrollo del hábito lector, significa asegurar la lectura en la escuela de manera constante y rutinaria, dejando de lado la reflexión, análisis, valoración y los múltiples usos que se le pueden dar a los distintos textos. Si bien un buen lector se suele enfrentar de manera constante a textos, la ecuación inversa no nos dará el mismo resultado, es decir, enfrentarse de manera repetida a textos no necesariamente nos asegurará ser buenos lectores. La parte fundamental está en la reflexión, análisis, uso y apropiación de la cultura escrita, y eso va más allá del acto repetitivo. Enfrentar a nuestros alumnos de manera constante a diversos textos es solo el inicio del aseguramiento de la competencia lectora; para avanzar de manera exitosa en esa ruta, será preciso no solo leer los textos sino utilizarlos para resolver problemas de la vida cotidiana, reflexionar sobre su estructura, generar preguntas; provocar un posicionamiento frente a lo que se lee; evidenciar que el acto lector puede tener más de un objetivo y en ocasiones ese objetivo puede ser simplemente leer.
La lectura, además de ser la puerta de entrada al conocimiento, también es una ventana a nuevos mundos y una puerta para mirar el mundo propio; leer no solo desarrolla habilidades del pensamiento e incide en nuestra inteligencia, nos ayuda a comprender mejor nuestra realidad. De modo que una cápsula de lectura en ayunas, después de comer y antes de dormir, todos los días con una buena dosis de imaginación, siempre nos hará bien; pero será aún mejor si la acompañamos de reflexiones, confrontaciones, usos, exploraciones, comparaciones, interpretaciones, necesidades y metas. Es decir, transformar nuestra práctica en un vehículo que permita que nuestros alumnos participen de manera autónoma y plena en la cultura escrita.
Equipo Prensa
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