Investigadora de la UCSC analiza los bajos resultados, que reflejan los efectos del ausentismo escolar y prácticas educativas desconectadas de contextos reales.

El informe Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de los Adultos (PIAAC, por su sigla en inglés) 2023 de la OCDE posicionó a Chile en el último lugar entre los 31 países evaluados, al revelar que el 44% de los adultos chilenos entre 16 y 65 años carece de competencias suficientes en comprensión lectora, matemáticas y resolución de problemas. Según el informe, el promedio nacional en comprensión lectora es de 218 puntos y en matemáticas, 214, ambos muy por debajo de los promedios de la OCDE (260 y 263, respectivamente), evidencia una brecha en habilidades fundamentales, lo que, de acuerdo a los expertos, podría impactar negativamente en la empleabilidad y productividad del país.

La Dra. Mónica Tapia Ladino, Directora del Centro de Investigación en Educación y Desarrollo (CIEDE) de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), explicó que es posible que parte de estos resultados se puedan atribuir a los efectos del ausentismo escolar durante la pandemia. “La forma como mide la prueba PISA es de un esquema escolar y académico, es decir, evalúa con tipos de textos que se aprenden en el sistema escolar durante las clases. Se trata de maneras de leer, en lo referente a comprensión lectora, que se practican en aulas formales escolares o del sistema de educación superior”, señaló.

Además, destacó que el déficit en comprensión lectora también refleja una problemática social más profunda: “si bien las prácticas de lectura promueven en la educación formal, parecen alcanzar mejor adherencia cuando se fomentan al interior del grupo familiar. Se parece a la práctica deportiva. Cuando hay papás o tutores que leen, los niños y niñas tendrán más incorporado el hábito”.

En este sentido, para la investigadora las políticas públicas tienen un rol clave en estos resultados, ya que evaluaciones estandarizadas actuales, como SIMCE y PAES, favorecen el entrenamiento de modos de responder de leer y de realizar razonamiento ajustado al tipo de prueba, pero enfocando los esfuerzos en alcanzar los puntajes y no necesariamente por lograr los aprendizajes.

 

Un enfoque necesario

A pesar de los desafíos, el informe destacó un avance de 10 puntos en matemáticas en comparación con hace 11 años. Lograr avances en la comprensión lectora requiere más que solo la promoción del hábito lector en el sistema escolar, sino conversar sobre lo que se lee, ver las obras, diagramarlas, resolver problemas o explicar problemas, “es decir, hacer cosas de la vida”, indicó.

“Uno de los problemas que presenta la enseñanza de las habilidades comunicativas es que muchas veces se enseñan desligadas de lo que es valorable para los estudiantes. Es necesario que las tareas de lectura, escritura, oralidad e interacción social ocurra en contextos situados o parecidos a  los reales y significativos para los estudiantes. Hacerlo así, toma tiempo y puede resultar más complejo. En cambio, preparar a los estudiantes en el aula para responder una prueba puede ser menos complejo”, afirmó la Dra. Tapia.

En esta línea, la Directora del CIEDE UCSC llamó a reflexionar sobre las nuevas formas de alfabetización impulsadas por la tecnología, considerando que la prueba que aplica la OCDE aborda un concepto de lectura a la que hoy la mayoría de las personas están menos expuestas.

Para la investigadora es necesario reconocer los procesos evaluativos no consideran las prácticas de lectura y escritura actuales, lo que abre un desafío para lograr mediciones más precisas.

“Las noticias se han convertido en notas breves y el conocimiento se transporta en videos cortos por las redes sociales, por lo tanto, los procesos de comprensión se han diversificado y han atendido a más información acotada y más ‘digerible’. Estas nuevas maneras de leer no son las que se utilizan en las pruebas estandarizadas, por lo tanto, me parece necesario matizar lo que se entiende por alfabetismo funcional. Por lo tanto, hay una suerte de divorcio entre las prácticas actuales y aquellas con las que se mide. Sin duda las personas leen y escriben mucho más que hace 50 años y no estoy tan segura de que las pruebas atiendan estas nuevas prácticas”, sostuvo la Dra. Mónica Tapia.

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