Por Elisa Grube, Gerente de Marketing de The Body Shop Chile
Santiago, julio 2025.– Hay algo profundamente simbólico en los árboles. En silencio, sostienen la vida. Nos regalan oxígeno, sombra, hogar para miles de especies, equilibrio para los suelos y belleza para los ojos cansados del concreto. Pero más allá de sus ramas y hojas, cada árbol guarda una historia: una conexión invisible con nuestra salud, nuestras emociones y nuestro futuro.
Hoy, en el Día del Árbol, no basta con recordar que los necesitamos. También es momento de preguntarnos cuánto los cuidamos. Esto no solo es un acto ecológico: es también un acto de justicia hacia las generaciones que vendrán. Es elegir un mundo donde lo natural tenga valor no solo por lo que ofrece, sino por lo que representa.
La situación actual exige acción. Cada año, el mundo pierde cerca de 10 millones de hectáreas de bosques, según datos de la FAO. Eso equivale a 27 canchas de fútbol por minuto. En Latinoamérica, el 90% de la deforestación está asociada a la expansión agrícola, y su impacto es doble: destruye hábitats vitales y acelera el cambio climático al liberar toneladas de carbono atrapado en los suelos y la biomasa forestal. Los árboles no solo absorben CO₂: son uno de los mecanismos naturales más eficientes para mitigar la crisis climática. Perderlos significa quedarnos sin una de nuestras principales defensas.
Por eso, cuidar el entorno, no puede seguir siendo un gesto simbólico o estacional. Debe convertirse en una prioridad diaria y transversal. Es hora de verlos como aliados para la supervivencia, no como recursos desechables. Son, en esencia, infraestructura viva que sostiene la vida del planeta. Su desaparición no solo amenaza la biodiversidad, sino también la seguridad alimentaria, el equilibrio hídrico y la salud humana.
En The Body Shop, esta conciencia se convierte en compromiso concreto. Uno de sus ingredientes más emblemáticos, el aceite esencial de Tea Tree, proviene de árboles cultivados de forma responsable en las tierras altas de Kenia, en el marco de un programa de comercio justo que apoya a más de 1.000 agricultores de pequeñas comunidades rurales. Estos árboles de Melaleuca alternifolia, conocidos por sus potentes propiedades purificantes y antibacterianas, se cultivan bajo prácticas sostenibles que no solo protegen el suelo y el agua, sino que también promueven la biodiversidad y regeneran ecosistemas degradados.
Cada etapa del proceso, desde la recolección manual de las hojas hasta la destilación al vapor que preserva la pureza del aceite, está diseñada para minimizar el impacto ambiental. Al mismo tiempo, esta cadena de producción ética garantiza condiciones laborales dignas, acceso a educación, herramientas agrícolas y formación técnica para los agricultores, fortaleciendo su autonomía y asegurando beneficios reales para sus comunidades.
Elegir productos elaborados con procesos conscientes no es solo un acto de cuidado personal, es una declaración de principios. Es optar por una belleza que respeta al planeta en lugar de comprometerlo; que nutre la tierra en lugar de agotarla; que empodera a las personas en lugar de explotarlas. Es apostar por un sistema donde cada decisión suma al bienestar colectivo, y donde lo que aplicamos en nuestra piel también deja huella, pero una positiva para el mundo.
Porque en un planeta donde la deforestación avanza y el tiempo apremia, abrazar lo natural ya no es una opción estética. Es una necesidad ética. Es elegir ser parte de la solución.