Todos recordamos el video donde un alumno de Buin propina golpes a su profesor en plena sala de clases, ante la mirada atónita de sus compañeros. Días después, el docente agredido termina con licencia médica, incapaz de volver al aula. Lamentablemente, escenas así ya no son casos aislados. Diversos estudios y cifras recientes revelan que la violencia escolar contra los docentes va en alarmante aumento en Chile, con consecuencias directas en la salud mental de los profesores, en la deserción docente y en el desinterés por estudiar pedagogía. Todo esto configura una crisis educativa nacional que exige atención urgente de autoridades, comunidades escolares y familias.

 

Agresiones en alza y profesores al límite

Las denuncias formales confirman la tendencia: entre enero y mayo de 2023, la Superintendencia de Educación recibió más de 130 denuncias por situaciones de acoso o violencia que afectaron a profesores y personal escolar, un 57,7% más que en el mismo período del año anterior. En particular, los casos donde estudiantes agredieron a docentes subieron un 37,5% respecto a años anteriores.

Encuestas del gremio docente reflejan un panorama igual de preocupante: 86,8% de los profesores declara haber sido víctima de insultos en su lugar de trabajo, y un 25% reporta amenazas directas, ya sea de alumnos o apoderados. Incluso han ocurrido episodios extremos de violencia física; en los últimos cuatro años se han duplicado los ataques a docentes en establecimientos del país, al punto de que en 2024 se contaron dos suicidios de profesores vinculados al maltrato que sufrían. Estas cifras grafican un clima escolar hostil que está llevando la profesión docente al límite del riesgo.

Las consecuencias para quienes enseñan son profundas. Docentes con años de servicio relatan que jamás habían enfrentado algo similar en sus carreras y que ahora temen por su integridad. La salud mental y el bienestar emocional de los profesores se ven gravemente afectados: En diversas ocasiones el Colegio de Profesores ha advertido que la sobrecarga y la falta de apoyo institucional agravan el agobio laboral.

 

Licencias médicas en aumento y deserción docente

Distintos indicadores dan cuenta de que cada vez más profesores están debiendo interrumpir su labor por motivos de salud. Por ejemplo, en la ciudad de Iquique la corporación municipal recibió más de 1.000 licencias médicas de profesores y asistentes entre enero y julio de 2024, un incremento superior al 20% respecto del año anterior. Gran parte de estas licencias se vinculan a patologías de salud mental derivadas del estrés laboral, según refieren autoridades locales. El patrón se repite a escala nacional: trastornos mentales y burnout encabezan los motivos de baja médica en el magisterio. A ello se suma que 7 de cada 10 docentes en Chile reportan altos niveles de estrés laboral. Frente a esta situación, el gremio ha exigido medidas de emergencia, señalando que el derecho a la salud mental y a la licencia médica cuando se requiere debe ser plenamente respetado en el ámbito educativo.

Otro síntoma de la crisis es la deserción docente. Cada vez más maestros optan por abandonar las aulas definitivamente, agotados por las condiciones imperantes. Un reciente informe de la Universidad del Desarrollo reveló que en promedio un 6,5% de los profesores en ejercicio deja el sistema cada año, lo que significó que 48.127 maestros dejarón de hacer clases entre 2018 y 2023. Esta salida anual de docentes compromete gravemente la capacidad del sistema para brindar educación de calidad.

Si bien estudios del Centro de Investigación Avanzada en Educación indican que la tasa de abandono docente en Chile (cercana al 4-5% anual) es comparable al promedio internacional, las proyecciones a corto plazo son inquietantes: Chile podría enfrentar un déficit de 26 mil profesores al año 2025. Es decir, faltarán miles de docentes para cubrir las necesidades de enseñanza, un problema que se ve exacerbado por el aumento de licencias sin reemplazo y por las renuncias anticipadas de profesionales agobiados.

 

Vocación en declive: caída de matriculados en pedagogía

La violencia y el clima laboral adverso no solo están expulsando a profesores del aula; también desalientan a las nuevas generaciones de ingresar a la carrera docente. En los últimos años se ha observado una drástica baja en la matrícula de las carreras de Pedagogía. Entre 2015 y 2023, la cantidad de estudiantes que ingresaron a estudiar pedagogía en Chile se redujo en un 35%. Esta caída sostenida coincide con la instalación de mayores exigencias de ingreso (puntajes mínimos, pruebas habilitantes) pero, según expertos, las condiciones laborales complejas y la inseguridad en los colegios han sido factores iguales o más decisivos en ahuyentar a los futuros profesores.

La combinación de altas exigencias, bajos incentivos económicos y violencia escolar ha creado un círculo vicioso: menos jóvenes quieren ser profesores, lo que a su vez agrava la sobrecarga de quienes siguen enseñando. Desde el Ministerio de Educación se ha implementado el Plan Nacional Docente con ejes destinados a atraer más estudiantes a pedagogía, acompañar mejor a los nuevos docentes y mejorar el reconocimiento y bienestar de la profesión.

Sin embargo, sus críticos advierten que las medidas tomadas hasta ahora (bonos, talleres de bienestar socioemocional, mentorías) resultan insuficientes frente a la magnitud del problema. Si no se logra revertir la tendencia de desmotivación y fuga de talentos, la crisis educativa podría profundizarse, afectando no solo a los docentes sino a todo el sistema escolar y, en última instancia, a los estudiantes.

 

Hacia dónde vamos: reflexiones y soluciones urgentes

Las condiciones descritas configuran una crisis educativa en tiempo real. De continuar la tendencia, corremos el riesgo de un colapso silencioso: aulas sin docentes, profesores enfermos o renunciando, y una generación de alumnos cuyo proceso formativo se verá comprometido. ¿Hacia dónde vamos como país? La respuesta dependerá de las acciones que tomemos hoy.

En palabras de Marielys Navarro, CEO de Edumokia School, “el uso de tecnología en educación ayuda a comprender el contexto y desarrollar estrategias basadas en evidencia para abordar la raíz del problema”, invitando a que educadores, familias y autoridades a que trabajen juntos respaldados en información base en datos para crear entornos seguros libres de violencia.

Cualquier solución sin importar su naturaleza, debe revalorizar la carrera docente. No podremos atraer ni retener a buenos profesores si no se sienten cuidados, respetados y realizados en su trabajo.

En conclusión, estamos ante una encrucijada. La violencia escolar y la crisis del bienestar docente en Chile constituyen un urgente llamado de atención. Si no actuamos ahora con decisión, los costos los pagaremos como sociedad en el mediano y largo plazo serán enormes. Pero si enfrentamos el problema con una mirada integral —prevención temprana, apoyo tecnológico, involucramiento familiar, mejoras laborales y formación en convivencia— aún podemos revertir la situación.

 

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Equipo Prensa
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