Juan Alejandro Henríquez, Académico Instituto de Educación y Lenguaje Universidad de Las Américas
Al cumplirse cinco años desde el inicio de la pandemia de COVID-19, la educación ha experimentado transformaciones sin precedentes. La crisis sanitaria nos obligó a entrar en una adaptación vertiginosa hacia los entornos digitales y hoy, en 2025, la Inteligencia Artificial (IA) se posiciona como un componente central en los sistemas educativos. Debido al impacto educativo que generó la crisis sanitaria, descubrimos nuestra capacidad para adaptarnos al dinamismo propio de esta era digital, pero también, hemos podido estudiar y analizar los efectos que trae consigo el significativo aumento de horas dedicadas a la visualización de pantallas.
Dicho contexto aceleró la adopción de tecnologías digitales en la educación. Sin embargo, estudios recientes indican que, aunque se avanzó en la incorporación de estas herramientas, persisten barreras significativas para su integración adecuada. Entre ellas destacan la formación insuficiente del profesorado en competencias digitales, además de la prevalencia de enfoques pedagógicos tradicionales. Se ha regresado, en muchos lugares, a enseñar como se hacía en el siglo XX y no podemos olvidar que estamos formando a quienes tendrán que educar a los que vivirán en el siglo XXII.
La irrupción de la IA ofrece posibilidades como la personalización del aprendizaje y la automatización de tareas administrativas. No obstante, su implementación plantea interrogantes sobre cómo garantizar que estas tecnologías respeten la autonomía de estudiantes y educadores. Es esencial que la inteligencia artificial se utilice como una herramienta complementaria, que potencie la capacidad crítica y creativa, evitando una dependencia que pueda limitar el pensamiento autónomo.
La pandemia evidenció y, en algunos casos, profundizó, las desigualdades existentes en el acceso a recursos educativos. La brecha digital sigue siendo un desafío, especialmente en regiones con infraestructura limitada. Para que la IA contribuya verdaderamente a una educación inclusiva, es necesario abordar estas disparidades, asegurando que el estudiantado tenga acceso equitativo a las herramientas tecnológicas.
Cinco años después de la pandemia, nos encontramos en una encrucijada donde la educación y la inteligencia artificial convergen de manera inevitable. Es responsabilidad de las instituciones educativas, gobiernos, entidades académicas y la sociedad en general, garantizar que esta integración se realice de manera ética y equitativa…ahí entra el concepto de hospitalidad digital, el cual nos invita a favorecer espacios respetuosos de la diversidad con la que convivimos a diario. Solo así podremos preservar la autonomía en un mundo cada vez más automatizado.