Verónica Barraza Directora Escuela de Pedagogía en Educación Diferencial Universidad de Las Américas

El lenguaje es una capacidad única del ser humano, una herramienta que posibilita la expresión de conocimientos, ideas, emociones y vivencias. Su adquisición temprana es fundamental, ya que no sólo facilita la comunicación, sino que es un motor para el aprendizaje y una vía para explorar el mundo. En la educación inicial su desarrollo debe ocupar un lugar central, no como una tarea adicional, sino como un proceso transversal que acompaña el avance cognitivo, social y emocional de niños y niñas. 

Uno de los objetivos clave de las Bases Curriculares es promover la adquisición de vocabulario. Este proceso  es fundamental para que los niños y niñas puedan nombrar, clasificar y entender el entorno. Cada nueva palabra que se incorpora día a día, amplía la capacidad de comprensión y comunicación, y este crecimiento debe ser estimulado tanto en actividades cotidianas como desde el uso de materiales didácticos especialmente diseñados. A medida que los estudiantes exploran su entorno e interactúan con objetos, personas y situaciones nuevas, van construyendo su propio conocimiento del mundo a través del lenguaje. Este proceso es un círculo virtuoso: mientras más  interacción con el ambiente, mayor es el desarrollo del lenguaje, y a medida que este se fortalece, los niños pueden explorar profundamente el universo que los rodea.

Además de la adquisición de vocabulario, el desarrollo de la conciencia fonológica es otro aspecto crucial en esta etapa. La capacidad para identificar y manipular los sonidos del habla es el cimiento  de la alfabetización inicial, y las Bases Curriculares reconocen la importancia de trabajar en esta habilidad desde una edad temprana. Lo anterior, no sólo prepara a niños y niñas para la lectura y la escritura, sino que también los ayuda a comprender mejor cómo funciona el lenguaje. 

En este proceso, el rol de las y los profesores y educadores juega un papel esencial como mediadores del aprendizaje; estos guían, motivan y facilitan el acceso a las oportunidades de lenguaje, adaptando estrategias a las necesidades y características de cada niño y niña. A través de su labor, no sólo se introduce nuevo vocabulario y fomenta la conciencia fonológica, sino que también se gestiona el desarrollo de la alfabetización inicial mediante la narración de cuentos, la conversación y escucha activa, lo que contribuye a que ellos adquieran las bases necesarias para un exitoso futuro escolar.

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