• Una encuesta de UNICEF realizada a activistas en América Latina reveló que la formación es la principal acción que los gobiernos deberían adoptar para enfrentar el cambio climático.

Sin tener gran responsabilidad en la crisis climática que atraviesa la humanidad, los niños y niñas serán los más expuestos a sus consecuencias. Y desde esa posición, están lejos de ser actores pasivos, sino que reclaman mayores medidas que consideren sus necesidades y derechos. Según una encuesta de UNICEF, aplicada a menores y adolescentes de América Latina y el Caribe, más del 70% de ellos declara que las políticas y planes ambientales de su país deberían tenerlos más en cuenta y para el 34%, la educación en estas materias tiene que ser la principal acción de los Gobiernos.

Para Natalia Conejero, directora de la Escuela de Ingeniería Civil de la Universidad Bernardo O´Higgins, el cambio climático es una realidad innegable y por tanto “resulta crucial iniciar la sensibilización desde temprana edad, involucrando a los niños en este propósito. Al interiorizar estos valores, ellos desempeñarán un papel fundamental no sólo en el futuro, sino de manera inmediata motivando e influyendo en sus padres para prácticas más sostenibles en el día a día”.

En este sentido, los expertos aseguran que el Gobierno cumple un papel central para impulsar campañas de sensibilización desde los colegios, preparando guías educativas, videojuegos y capacitaciones al cuerpo docente, a fin de  crear una cultura de cuidado ambiental en las nuevas generaciones. “Mediante una educación integral y dinámica se formará una conciencia sólida en los estudiantes, empoderándolos como agentes de cambio para el futuro de nuestro planeta”, puntualizó Conejero, comentando que actualmente se están promoviendo este tipo de iniciativas por medio de estrategias pedagógicas que apoyan la concientización y enseñanza en torno a diversas temáticas relacionadas al cambio climático.

En paralelo a las políticas públicas, desde el sector privado también han tomado el desafío. Un ejemplo de ello son las acciones dirigidas a niños que realiza Integrity, empresa chilena que recicla envases de plástico PET y los convierte en materia prima para nuevos recipientes que luego se incorporan en el círculo del reciclaje. En la compañía llevan más de 7 años trabajando con colegios de la comunidad cercana para que los estudiantes visiten las instalaciones, conozcan los detalles y la tecnología detrás del proceso de reciclaje y revalorización, aprendan a identificar y separar los plásticos y fomenten juntos este hábito. “Además establecemos alianzas donde compramos a los colegios todo el PET que ellos logren recolectar en sus establecimientos. Es increíble ver cómo los más pequeños son tan receptivos con la información y se motivan inmediatamente a activar un cambio en sus casas”, comentó Gabriel Fonzo, CEO de Integrity.

En cuanto a otras acciones concretas que pueden realizarse, la académica de la UBO recomienda iniciativas dentro y fuera de los colegios. En el primer ámbito, es prioritario integrar campañas ambientales desde el departamento académico, para abordar ejes como el cambio climático, la protección del entorno y la conservación de la biodiversidad. Estas pueden incluir talleres prácticos relacionados, por ejemplo, con el  reciclaje, compostaje, cuidado del agua y la energía, siempre involucrando activamente a los niños.

Del mismo modo, en las casas es posible utilizar herramientas lúdicas para despertar su interés y motivar su participación. Así, los juegos interactivos que permiten comprender de manera amena la importancia de la conservación ambiental y cómo cada uno puede contribuir a ello, son buenas ideas. Adicionalmente, se pueden seguir canales educativos disponibles en plataformas web donde, por medio de la entretención, se muestra la relevancia del cuidado de la naturaleza. “Son varias las naciones que se destacan a nivel mundial por impulsar este tipo de medidas. Suiza, Dinamarca, Suecia, Australia y Alemania, son algunos de los que han obtenido mejores posiciones en el ranking EPI  (Environmental Performance Index), un método para clasificar numéricamente el impacto de las políticas ambientales aplicadas por un país”, constató Conejero.

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