María Loreto Bustamante Directora Carrera Educación Parvularia Universidad de Las Américas, Sede Concepción
Sabemos que la rutina brinda a los niños y niñas seguridad, orden y autonomía, aspectos clave para su desarrollo. Sin embargo, durante las vacaciones es fundamental dar espacio al juego no estructurado. Estas experiencias les permiten explorar su entorno de manera espontánea, relacionándose con elementos de la naturaleza como el agua, la arena, la tierra, las piedras o pequeños trozos de madera. A través de estas interacciones, su imaginación se despliega sin las restricciones del tiempo o de reglas rígidas, dándoles la oportunidad de aprender y disfrutar de forma espontánea.
Tomarse un respiro de la estructura diaria beneficia tanto al cuerpo como a la mente. Disfrutar de momentos sin prisas, como observar el entorno, saborear una comida sin apuros, quedarse un rato más en la cama o beber un jugo de frutas de la estación, contribuyen al bienestar emocional y cognitivo de la infancia. Un verano relajado, donde los niños tengan la libertad de explorar y descubrir, fortalece su creatividad, su autonomía y, sobre todo, les permite disfrutar cada momento con autenticidad.
El reconocido pedagogo Francesco Tonucci afirma que “el juego no es un descanso del aprendizaje, es el aprendizaje”, una frase que nos recuerda lo esencial que es permitirles jugar, crear y descubrir a su propio ritmo. En un mundo cada vez más estructurado, es importante tener presente que el desarrollo infantil no solo ocurre a través de la planificación y la rutina, sino también en esos momentos libres en los que los niños pueden ser simplemente niños, conectándose con su entorno y desarrollando habilidades valiosas para la vida.