El reciente estreno de la serie “Adolescencia” en Netflix ha provocado un profundo debate entre padres y educadores, al evidenciar no sólo el impacto de las redes sociales en el desarrollo de nuestros jóvenes, sino también la insuficiencia de una mera prohibición de éstas. La adolescencia, esa etapa delicada donde los jóvenes comienzan a forjar su identidad, se torna aún más compleja en un entorno digital que puede exacerbar la inseguridad y la búsqueda de pertenencia. Como educadores, es nuestro deber no cerrar los ojos ante esta realidad, sino abrir un diálogo que fomente el crecimiento integral de nuestros alumnos.
En ese ámbito el uso de teléfonos celulares en colegios se ha transformado en un tema candente, especialmente con el reciente Proyecto de Ley en el Senado que busca limitar su uso hasta sexto básico. Aunque la prohibición puede parecer una medida efectiva para mejorar el ambiente escolar, no aborda el problema en su raíz. Es fundamental promover un equilibrio que permita a los estudiantes beneficiarse de la tecnología sin que esta interfiera con su rendimiento académico y relaciones interpersonales.
El celular, aunque es una herramienta poderosa, a menudo actúa como un distractor. Las redes sociales pueden desviar la atención de los alumnos, afectando su concentración y su capacidad para interactuar en el aula. Por tanto, más allá de las restricciones, necesitamos implementar programas de bienestar digital que enseñen a los jóvenes a usar la tecnología de manera responsable, a reconocer y enfrentar el ciberacoso y a proteger su privacidad en línea.
La clave del éxito radica en la colaboración entre colegios, padres y estudiantes. Las familias deben formar parte activa en la educación digital, estableciendo límites y fomentando conversaciones sobre las experiencias en línea de los jóvenes. De este modo, los estudiantes pueden ver estas restricciones no como castigos, sino como herramientas para su bienestar emocional.
En definitiva, el objetivo es construir un entorno escolar que priorice la salud emocional y académica de nuestros jóvenes. Promover un balance saludable entre la tecnología y el desarrollo humano es una responsabilidad compartida. Es un compromiso que debemos asumir para asegurar que cada niño y joven crezca en un ambiente seguro y propicio para su desarrollo integral.
Soledad Villate.
Rectora Colegio Pedro de Valdivia de Las Condes.