“El lenguaje es mucho más que palabras: es una herramienta poderosa para que niñas y niños comprendan y expresen sus emociones. Reconocer y nombrar sentimientos como tristeza, alegría o enojo les ayuda a comunicarse, buscar apoyo y relacionarse de manera más efectiva», explica Mónica Lepín, educadora de párvulos y editora de Caligrafix, empresa pionera en Chile que integra realidad aumentada en su material educativo..
“La Casita de Lenguaje», es un nuevo proyecto de Caligrafix que busca estimular integralmente esta habilidad cognitiva en niñas y niños desde los tres años, trabajando los niveles del lenguaje: fonológico, morfosintáctico, semántico y pragmático. Con ello, promueve una comunicación efectiva, el enriquecimiento del vocabulario y la capacidad de relacionarse de manera saludable.
El lenguaje no solo permite identificar emociones propias, sino que también fomenta la empatía al ayudar a los niños a reconocer y validar los sentimientos de los demás. Además, el uso consciente del lenguaje tiene un impacto directo en su desarrollo emocional: «Palabras de ánimo como ‘hiciste un gran esfuerzo’ o ‘me gusta cómo intentaste resolver eso’ refuerzan la autoestima y construyen una autoimagen positiva. Por otro lado, críticas constantes o etiquetas negativas pueden generar inseguridades y dificultar sus relaciones interpersonales», comenta Mónica Lepín.
Lectura y juegos: aliados del desarrollo emocional
La lectura y el juego son herramientas clave para enriquecer el lenguaje emocional. Según explica la experta, ambas actividades tienen el potencial de ampliar el vocabulario, fomentar la empatía y promover habilidades sociales esenciales:
Lectura: Los cuentos permiten explorar emociones en un entorno seguro. Historias con personajes que enfrentan diferentes sentimientos ayudan a los niños a identificar y comprender emociones propias y ajenas. «Es útil hacer pausas durante la lectura para hablar sobre cómo se sienten los personajes y conectar esas emociones con experiencias personales del niño,» sugiere Lepín.
Juego simbólico: Representar situaciones emocionales con roles, muñecos o disfraces da a los niños un espacio para practicar el lenguaje emocional, resolver conflictos y expresar sus sentimientos de forma lúdica.
Ambas actividades no solo fomentan la reflexión emocional, sino que también impulsan habilidades clave para su desarrollo integral.
Materiales educativos que potencian el lenguaje
Caligrafix, comprometida con el desarrollo del lenguaje infantil, ha diseñado materiales educativos que complementan la labor de docentes, padres y mediadores. Una de sus novedades más destacadas es La Casita de Lenguaje, un proyecto que trabaja desde los tres años estimulando los niveles del lenguaje:
Fonológico: Mejora la percepción y producción de sonidos.
Morfosintáctico: Favorece la construcción de oraciones y el uso adecuado de estructuras gramaticales.
Semántico: Amplía el vocabulario y el conocimiento del significado de palabras.
Pragmático: Desarrolla habilidades para comunicarse de manera efectiva en diferentes contextos sociales.
Además, proyectos como Jugando con los cuentos y Jugando con los sonidos refuerzan habilidades esenciales para el aprendizaje integral:
Jugando con los cuentos estimula el desarrollo narrativo, promueve la comprensión lectora y fortalece el lenguaje oral.
Jugando con los sonidos se enfoca en la conciencia fonológica, una habilidad crucial para la adquisición de la lectoescritura.
El rol de padres y madres en el desarrollo emocional
Las familias también juegan un papel fundamental en este proceso. Según la experta, estrategias simples pueden marcar una gran diferencia:
Nombrar emociones: Ayudar a los niños a identificar sus sentimientos con frases como: «Te veo muy contento, ¿qué te pone tan feliz?»
Modelar el lenguaje emocional: Compartir las propias emociones de manera adecuada: «Me siento orgulloso de lo que lograste.»
Validar emociones: Enseñar que todas las emociones son válidas: «Está bien sentirse triste, es normal cuando algo no sale como esperabas.»
Fomentar el diálogo: Animar a los niños a expresar cómo se sienten y buscar soluciones juntos.
«El lenguaje es un puente entre el mundo interno de los niños y su entorno. Cuando los ayudamos a construirlo, les damos herramientas para comprenderse a sí mismos y relacionarse con los demás de manera más efectiva y saludable», concluye Mónica Lepín.
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