• Estamos a mitad de año y en muchas escuelas del país se está evaluando el progreso lector de niños y niñas de primero y segundo básico. ¿Están decodificando? ¿Leen con fluidez? ¿Comprenden lo que leen? Estas preguntas —necesarias, sin duda— revelan cuánto valoramos el aprendizaje de la lectura.

Desde la red Por un Chile que Lee, de la cual formamos parte como universidad, nos hemos propuesto una meta urgente: que todos los niños y niñas lean comprensivamente al finalizar segundo básico. Para lograrlo, no basta con enseñar a leer: también necesitamos enseñar a escribir. Solo así garantizaremos una alfabetización completa.

En muchas discusiones sobre lectura, la escritura sigue ausente. No se aborda ni su desarrollo ni su enseñanza, como si escribir fuera una habilidad secundaria o postergable. Sin embargo, la evidencia dice otra cosa. Estudios recientes muestran que leer y escribir están profundamente interrelacionados. Por ejemplo, un metaanálisis —es decir, un estudio que combina resultados de múltiples investigaciones para obtener conclusiones más robustas—, reveló que la decodificación y la ortografía están fuertemente vinculadas, al igual que la comprensión lectora y la composición escrita. Además, cerca del 75 % de quienes presentan dificultades en escritura también enfrentan problemas para leer.

Estos hallazgos invitan a cambiar el paradigma: no se trata de enseñar primero a leer y luego a escribir, sino de integrar ambas prácticas desde el inicio. Así lo demuestran también investigaciones que evidencian que enseñar a escribir mejora la comprensión lectora, y viceversa.

La mitad del año es una oportunidad para ajustar el rumbo. Evaluar no es solo constatar logros o rezagos, sino también repensar nuestras prácticas. ¿Estamos dando a todos los estudiantes oportunidades reales para leer con sentido? ¿Estamos promoviendo también la expresión escrita desde los primeros años?

Sabemos que hay prácticas que hacen la diferencia: la lectura en voz alta, generar preguntas que promuevan la reflexión, las conversaciones sobre lo que leemos y escribimos, y el uso cotidiano y significativo de la escritura. En cambio, prácticas rutinarias como la copia de la pizarra o las interminables caligrafías, aunque pueden tener un lugar acotado, no desarrollan la comprensión ni la capacidad de expresión escrita.

Y desde la casa también podemos aportar. Conversar sobre lo que opinan de una lectura, invitarles a escribir mensajes a familiares y amigos, inventar historias, jugar juegos con papel y lápiz, redactar juntos una lista para el supermercado, crear diálogos para personajes, escribir algunas cosas que sucedieron en el día… cada gesto cuenta. La lectura y la escritura florecen cuando se comparten, se celebran y se vuelven parte de la vida diaria.

Si queremos garantizar el derecho a leer, también debemos garantizar el derecho a escribir. La alfabetización completa no se alcanza por una sola vía, requiere formar lectores críticos y escritores capaces de comunicar, imaginar, explicar y participar activamente en su entorno. Porque leer nos abre el mundo, pero escribir nos da voz para habitarlo.

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Equipo Prensa
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