Desde el enfoque Montessori, el bullying se comprende como una manifestación de emociones que el niño no ha aprendido a regular, como la frustración, el enojo, la inseguridad o incluso la tristeza.
“Si solo se sanciona la conducta, se pierde la oportunidad de trabajar la raíz. Enseñar a manejar las emociones ayuda a que los niños desarrollen autocontrol, aprendan a expresar lo que sienten de forma adecuada y fortalezcan habilidades de empatía”, explica Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay.
Cuando se habla de bullying, la atención suele centrarse en la víctima, pero ¿qué ocurre con los niños que lo ejercen? Detectar que un hijo está involucrado en una situación de acoso puede ser devastador para cualquier familia. Sin embargo, los especialistas coinciden en que este momento puede transformarse en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento emocional.
Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay, con 30 años de trayectoria, y uno de los más prestigiosos en el aprendizaje basado en la filosofía Montessori, explica que el primer paso de los padres debe ser mantener la calma y no reaccionar desde el enojo o el castigo.
“Es fundamental escuchar a los adultos que reportan la situación y luego conversar con el niño desde un espacio de respeto, buscando comprender qué lo llevó a actuar de esa manera. Reconocer la conducta sin justificarla, pero al mismo tiempo transmitirle que no se trata de ‘un niño malo’, sino de alguien que necesita apoyo y guía, es clave para iniciar un proceso de cambio”, señala la educadora.
Desde el enfoque Montessori, el bullying se comprende como una manifestación de emociones que el niño no ha aprendido a regular, como la frustración, el enojo, la inseguridad o incluso la tristeza. Por eso, Bobadilla enfatiza que castigar sin acompañar emocionalmente sólo perpetúa el problema.
“Si solo se sanciona la conducta, se pierde la oportunidad de trabajar la raíz. Enseñar a manejar las emociones ayuda a que los niños desarrollen autocontrol, aprendan a expresar lo que sienten de forma adecuada y fortalezcan habilidades de empatía”, comenta.
“Esto no sólo evita que vuelvan a ejercer acoso, sino que también les entrega herramientas para relacionarse mejor en la vida cotidiana”, agrega la profesional.
La especialista propone a las familias una serie de acciones concretas que pueden aplicar en casa para reconducir la energía de sus hijos y fomentar el autocontrol y la empatía:
Abrir espacios de diálogo diario, preguntando cómo se sintió el niño en el colegio y qué situaciones lo hicieron enojar o alegrar.
Modelar el autocontrol, mostrando cómo manejar la frustración sin gritos ni agresiones.
Promover actividades físicas y artísticas que permitan canalizar la energía positivamente.
Practicar la empatía: invitar al niño a pensar cómo se siente la otra persona al recibir un comentario o acción negativa.
Reconocer los avances, reforzando cada vez que logra expresarse con respeto o controlar un impulso.
“Con acompañamiento familiar y escolar, los niños que ejercen bullying pueden aprender a transformar esa energía en habilidades sociales constructivas y relaciones más sanas”, concluye la educadora.
Para más información:www.epullay.cl