Celeste Reyes, académica Instituto de Matemáticas, Física y Estadística Universidad de Las Américas
Es importante reflexionar sobre cómo la percepción social de las matemáticas influye en la manera en que nos relacionamos con esta disciplina. Aunque se busca promover el interés y aprecio por estas, usualmente se refuerza la idea de que se trata de un conocimiento reservado para unos pocos. La forma en que se comunica y enseña la asignatura muchas veces alimenta la idea de dificultad o lejanía, lo que puede afectar la confianza con la que niñas, niños y jóvenes se acercan a ella.
Algunos adultos suelen decir cosas como “yo era pésimo para las matemáticas” frente a niños y niñas, y aunque es verdad que la educación de antes no siempre favorecía la comprensión, la vida no te avisa cuándo es el momento justo para aprender. A veces tenemos que ser conscientes de eso para mejorar nuestro vínculo con esta disciplina y lograr que los más pequeños crezcan sin miedo a ella. Recuperar la confianza en las matemáticas es también una tarea educativa, social y cultural.
Esta ciencia está más cerca de lo que creemos. A veces incluso escondida en cosas que usamos todos los días. La notación científica está en los exámenes de sangre, los logaritmos en los terremotos. El mínimo común múltiplo, por ridículo que parezca, puede ayudar a calcular cuántos panes y cuántas vienesas comprar para que no sobre nada. Ahí están. Siempre han estado. Y contrario a lo que se suele pensar, comprender matemáticas va mucho más allá de resolver ecuaciones. Saber de ellas -aunque sea en un nivel funcional-, nos da herramientas para entender el mundo, optimizar recursos y tomar decisiones informadas.
Las matemáticas son una forma de ver la vida, de ordenarla, de analizarla, de explicarla. Si alguien da información errónea o quiere manipular con una cifra, esta disciplina puede ayudar a darse cuenta. Si queremos que nuestros hijos e hijas vivan en un mundo más justo, las matemáticas tienen algo que decir.
Asimismo, tienen la capacidad de brindar alegría, paz y bienestar. Enseñarlas, compartirlas y estudiarlas es una oportunidad para acercar a más personas a un conocimiento que no solo es útil, sino transformador. ¿Qué hace falta para disfrutar de esta ciencia? ¿Qué acciones cotidianas pueden ayudarnos a acercarnos a ellas sin miedo? Las respuestas podrían estar más cerca de lo que se piensa.