Yirda Romero, Directora Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar
Con la llegada de diciembre se abre la puerta a tantas experiencias significativas para las familias, una de ellas, saber si los logros académicos permiten avanzar de etapa, con una idea del conocimiento que hace pensar que “pasar de curso” es lo más importante. Hoy, esto debería ser distinto, en sintonía de valorar la educación con un enfoque más humano. No hay que olvidar que las trayectorias educativas se desarrollan en la diversidad misma.
Es aquí donde la Educación Diferencial resalta estas verdades, donde los logros van mucho más allá de las calificaciones o el hecho de avanzar de curso. Hablar de ella es, en esencia, referirse a la educación en su forma más completa y significativa.
En este sentido, el proceso de aprendizaje cobra mayor relevancia que el resultado final, y se reconoce que lo primordial es formar a personas competentes, autónomas y capaces de contribuir a la sociedad.
¿Qué hace la diferencia de esta comprensión? El vínculo docente, quien mediante su acompañamiento cercano y personalizado, puede ser diferenciador para que los estudiantes se sientan motivados y capaces de superar los desafíos que enfrentan. Este nexo debe estar basado en la confianza, la empatía y la comunicación abierta. El profesor, es un facilitador del aprendizaje que orienta y apoya a cada estudiante en su propio proceso, potenciando habilidades y eliminando barreras.
La Educación Diferencial nos invita a mirar más allá de la simple meta de pasar de curso. Nos llama a valorar el proceso, a entender que cada camino educativo es personal y propio, y a garantizar que todos los estudiantes tengan el apoyo y los recursos necesarios para desarrollar sus habilidades al máximo, en un entorno inclusivo y respetuoso de su diversidad. Por cierto, un desafío permanente y en construcción.
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