Francisco Pérez Académico Escuela de Pedagogía en Educación Diferencial Universidad de Las Américas

El proceso lector en los primeros años de escolaridad constituye una de las piedras angulares del desarrollo educativo de niños y niñas. Aprender a leer no es solo una habilidad instrumental: es la puerta de entrada al conocimiento, a la participación social y al ejercicio pleno de la ciudadanía. Por ello, asegurar que todos y todas logren acceder al mundo escrito es una tarea que involucra a la comunidad escolar por completo. Sin embargo, en la práctica cotidiana de muchas escuelas del país, esta tarea sigue recayendo de forma fragmentada en los distintos profesionales del aula.

La colaboración entre el profesor de Educación General Básica y el profesional de Educación Diferencial es fundamental para abordar las diversas trayectorias lectoras presentes en la sala de clases. Este trabajo articulado no debe entenderse como una simple co-docencia ocasional ni como un apoyo puntual, sino como una construcción pedagógica conjunta, donde ambos expertos comparten saberes, planifican de manera integrada y diseñan estrategias que eliminen barreras al acceso, la comprensión y el disfrute de la lectura.

La evidencia muestra que la diversidad de estudiantes, en términos de ritmos de aprendizaje, contextos socioculturales, condiciones lingüísticas y necesidades educativas especiales, requiere enfoques pedagógicos flexibles y coordinados. Ningún profesional, por sí solo, puede dar respuesta a esa complejidad. Por eso, cuando el trabajo entre educador general y diferencial se construye desde el diálogo profesional y el respeto mutuo, emergen prácticas más pertinentes, ajustadas y sensibles a las particularidades de cada alumno.

Lamentablemente, en muchas escuelas, aún se observa una separación operativa entre estos profesionales: el docente general se encarga del grupo, mientras el educador diferencial interviene con quienes “no lo logran”. Esta lógica de mediación tardía y segmentada no solo es ineficiente, sino que refuerza las barreras de aprendizaje. Una lectura verdaderamente inclusiva requiere de una mirada pedagógica compartida desde el inicio del proceso, que anticipe dificultades, promueva diferentes formas de acceso al texto y valide múltiples maneras de construir sentido.

Avanzar hacia un enfoque articulado e interdisciplinario en el desarrollo lector, no significa renunciar a los saberes específicos de cada formación, sino ponerlos al servicio de un objetivo común: que todos los niños y niñas aprendan a leer con comprensión, en contextos que reconozcan su diversidad y que no los excluyan. En este desafío, el trabajo colaborativo entre el profesor de Educación General Básica y el profesor de Educación Diferencial no es una opción, sino una necesidad ética, pedagógica y social.

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