José Pedro Hernández Historiador y académico Facultad de Educación Universidad de Las Américas

Un 4 de septiembre de1821, la ciudad de Mendoza fue testigo de un hecho que aún resuena en la historia de Chile: el fusilamiento de José Miguel Carrera, uno de los próceres de la independencia. ¿Cómo es posible que uno de los artífices de la libertad chilena terminara sus días frente a un pelotón de fusilamiento en tierra extranjera? La respuesta, como suele suceder en la historia, es compleja y está teñida de claroscuros.

Carrera, nacido en el seno de la aristocracia, abrazó la causa independentista con una pasión desbordante. Su arrojo y determinación fueron cruciales en los albores de la patria. Impulsó la Primera Junta Nacional de Gobierno, luchó incansablemente contra los realistas y proclamó la abolición de la esclavitud, demostrando una visión adelantada a su tiempo.

Sin embargo, la misma personalidad apasionada que lo convirtió en un líder nato, también lo llevó a enfrentarse con otros cabecillas patriotas, especialmente con Bernardo O’Higgins. Las rencillas políticas y las diferencias estratégicas se fueron agudizando, culminando con la derrota de Rancagua, un duro golpe para las fuerzas nacionales.

Tras este revés, Carrera emprende un periplo que lo lleva a buscar apoyo en Estados Unidos y luego lo sumerge en las luchas internas de Argentina. En este contexto, mientras intenta organizar un ejército para volver a Chile y desafiar al gobierno de O’Higgins, es capturado en Mendoza.

Acusado de conspiración y rebelión, se le condena a muerte. A pesar de las súplicas de clemencia, Carrera enfrenta su destino con la frente en alto. «¡Muero por la libertad de América!», fueron sus últimas palabras, un grito que resonó más allá de su muerte y que lo convirtió en un mártir de la causa americana.

La muerte de Carrera no solo significó la pérdida de un líder militar, sino que abrió una herida profunda en la historia de nuestro país. Su figura, siempre polémica, se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad, pero también en un recordatorio de las disputas fratricidas que marcaron los inicios de la república.

Hoy, a dos siglos de su fallecimiento, la figura de José Miguel Carrera sigue generando debate. ¿Fue un héroe o un obstinado caudillo?, ¿su muerte fue un acto de justicia o una venganza política? Lo cierto es que su nombre, inevitablemente ligado a la independencia de Chile, nos recuerda que la libertad, muchas veces, se escribe con letras de sangre y sacrificio.

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