El Coordinador Eléctrico Nacional publicó anoche el informe final de la falla del 25 de febrero, en donde relata las acciones automáticas de los sistemas de protección, la posterior desconexión de distintos elementos de generación y transmisión y los esfuerzos posteriores para restablecer el suministro eléctrico en varias regiones, destacando los desafíos enfrentados en la comunicación, el control y la adhesión a los protocolos de recuperación.
En palabras simples, para el académico e investigador de la Facultad de Ingeniería de la UANDES, Miguel Torres, se pueden resumir los hechos que llevaron al blackout de la siguiente forma: en primer lugar, una línea eléctrica clave que une los puntos llamados Nueva Maitencillo y Nueva Pan de Azúcar se apagó inesperadamente.
Esta línea transportaba una gran cantidad de energía, aproximadamente el 15% de la energía que se estaba consumiendo en el país a esa hora. “Esto es como si una autopista urbana se cortara repentinamente en la hora punta y no hubiese caminos alternativos”, explica Torres. El apagón, se produjo debido a que los sistemas automáticos de seguridad de la línea actuaron de forma no planificada.
“Estos sistemas son como los interruptores automáticos de una casa”, comenta el académico. Esta acción ocurrió mientras la compañía eléctrica Interchile S.A. intentaba solucionar un problema de telecomunicación con estos sistemas de seguridad. Como resultado, agrega Torres, toda la red eléctrica se dividió en dos secciones, una zona norte y otra zona sur, que dejaron de estar conectadas.
Por esta misma razón, la zona norte quedó con un exceso de energía, mientras que la zona sur con un déficit ambos considerables. Cada zona por separado, no fueron capaces de mantenerse en operación de forma estable, “colapsando la zona sur después de 15 segundos y la zona norte después de 4 minutos aproximadamente”, finaliza el investigador UANDES.