La PAES es, sin duda, una gran prueba. Lo es para los estudiantes, pero también para sus familias, los establecimientos educacionales y, en última instancia, para la sociedad entera. Para quienes la rinden, es un hito cargado de emoción, presión y simbolismo: concentra años de esfuerzo, expectativas familiares, dudas vocacionales e incertidumbres personales. Es una instancia decisiva, muchas veces vivida como una apuesta única para abrirse paso hacia un futuro profesional.

Uno de los errores más frecuentes que cometemos como sociedad es suponer que prepararse para la PAES es solo responsabilidad de los jóvenes. Se trata de una visión incompleta del proceso. El entorno tiene un impacto profundo en cómo se enfrenta este desafío. Detrás de cada estudiante hay —o debería haber— una red de apoyo: familias que sostienen, profesores que guían, comunidades que acompañan.

La familia y el colegio son actores clave en esta etapa. Brindar apoyo emocional, contención y seguridad es tan importante como reforzar positivamente el esfuerzo, ajustar expectativas poco realistas y facilitar conversaciones abiertas sobre vocación, intereses personales y capacidades. Todo eso contribuye a una preparación integral, que fortalece el bienestar y la confianza. De hecho, estudios recientes muestran que el acompañamiento emocional y la presencia de redes de apoyo mejoran significativamente el desempeño en pruebas estandarizadas, especialmente en estudiantes provenientes de contextos desfavorecidos. Sentirse contenido no solo reduce la ansiedad: puede marcar una diferencia real en los resultados.

Desde Fundación Portas, donde acompañamos a jóvenes que son la primera generación de sus familias en acceder a la educación superior, sabemos que el resultado de una prueba no siempre refleja el talento, la disciplina ni el compromiso de una persona. Nuestra experiencia nos ha enseñado que cuando un estudiante se desenvuelve en espacios de confianza, de escucha y de soporte, su motivación y bienestar aumentan significativamente. Sentirse contenido importa, y mucho.

En momentos de alta exigencia emocional, mantener rutinas saludables puede ser tan relevante como estudiar: dormir bien, alimentarse de manera equilibrada, hacer pausas, pedir ayuda, conservar espacios sociales y realizar actividades que generen alegría y satisfacción también son formas de prepararse. Finalmente, el futuro educativo de los jóvenes no depende solo de ellos, depende también de nosotros: de cómo acompañamos, de cuánto escuchamos y de qué tipo de sociedad decidimos construir. Acompañarlos no es un gesto opcional, es una responsabilidad compartida.

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Equipo Prensa
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