Nicole Vargas, académica Carrera de Fonoaudiología Sede Viña del Mar

En los primeros años de vida, antes de aprender a leer o escribir formalmente, los niños ya están preparados para explorar el mundo a través del lenguaje escrito. La lectura y la escritura son herramientas claves para desarrollar el pensamiento, la creatividad y la conexión con los demás. Familias, educadores y actores clave tienen la responsabilidad de fomentar estas competencias.

Desde el nacimiento, actividades como leer cuentos en voz alta, explorar libros ilustrados o jugar a escribir, permiten asociar palabras con imágenes, desarrollar vocabulario y comprender el ritmo del lenguaje. Investigaciones demuestran que estas actividades benefician la comprensión lectora y la ortografía, creando bases sólidas para el aprendizaje. Además, la alfabetización temprana impacta positivamente en el desarrollo cognitivo, la regulación emocional y la adaptación social.

En educación básica, estas habilidades se formalizan, requiriendo programas educativos integrados con apoyo familiar y comunitario. Los beneficios de la lectura y escritura tempranas incluyen mejoras en memoria, atención, resolución de problemas y empatía, además de fomentar la comunicación y la participación social.

Sin embargo, desafíos como la falta de acceso a libros limitan las oportunidades de alfabetización. En Chile, más del 40% de los hogares tienen menos de 10 libros, y el 60% de los estudiantes de segundo básico no alcanza un nivel adecuado de comprensión lectora, evidenciando la necesidad de abordar esta problemática desde la infancia.

La lectura y escritura son procesos interdependientes que se refuerzan mutuamente. Actividades como escribir nombres o jugar con letras imantadas estimulan tanto las habilidades motoras como la conciencia fonológica, mejorando la comprensión lectora. Por ello, es crucial promover estas actividades desde los primeros años.

Garantizar herramientas para el desarrollo infantil requiere políticas públicas que prioricen la alfabetización temprana, como la creación de bibliotecas comunitarias, formación docente y programas como «Leo Primero», que han proporcionado materiales educativos y capacitación docente.

La colaboración entre familias, educadores, investigadores y gobiernos es esencial para diseñar intervenciones efectivas y basadas en evidencia. Leer con los niños al menos 15 minutos al día, inventar historias o realizar juegos relacionados con el lenguaje son pasos simples, pero transformadores.

Fomentar la lectura y escritura desde la infancia transforma vidas y fortalece comunidades. El futuro de nuestros niños, y de nuestra sociedad, depende de ello.

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