Pamela Reyes Académica investigadora Escuela de Pedagogía en Educación Básica Universidad de Las Américas
Las evaluaciones estandarizadas juegan un papel crucial. Pruebas como el SIMCE en Chile y las internacionales TIMSS y PISA, proporcionan una medida objetiva del rendimiento académico de los estudiantes. En un mundo donde la calidad de la educación es fundamental para el desarrollo de las naciones, estas mediciones son herramientas esenciales para identificar fortalezas y áreas de mejora.
El SIMCE es una prueba aplicada anualmente que evalúa el logro de los contenidos y habilidades del Currículum Nacional en diferentes asignaturas. Su objetivo es conocer los resultados pedagógicos de los establecimientos y proporcionar información sobre el contexto educativo a través de cuestionarios a directores, docentes, estudiantes y apoderados. Esta información integral permite a las autoridades y a los colegios tomar decisiones informadas para mejorar la calidad de la educación. Pero, es importante preguntarse ¿qué estamos haciendo después de la evaluación? Aunque hay acciones promovidas por distintas entidades, estas suelen ser insuficientes y en muchos casos, mal entendidas por la comunidad.
El SIMCE ha establecido una base importante para las evaluaciones estandarizadas nacionales. Sin embargo, estas aún son insuficientes y requieren mejoras continuas para adaptarse a las necesidades cambiantes de la educación.
A nivel internacional, las pruebas TIMSS y PISA, miden el rendimiento en matemáticas, ciencias y lectura, proporcionando una comparación global de la calidad educativa. TIMSS evalúa las competencias cognitivas en matemáticas y ciencias de los alumnos de cuarto básico y segundo medio, mientras que PISA se centra en la capacidad de los estudiantes de 15 años para aplicar sus conocimientos en situaciones de la vida diaria. Los resultados han promovido acciones a nivel país, como la implementación de políticas educativas para mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Aunque estas medidas son un buen comienzo, es evidente que se necesitan esfuerzos adicionales para alcanzar niveles óptimos en pro de generar un sistema de evaluación y retroalimentación que vaya en favor de la calidad educativa.
Las evaluaciones estandarizadas también proporcionan una guía clara para los profesores sobre lo que se espera que logren los estudiantes en su etapa escolar. De esta forma los docentes pueden ajustar sus métodos de enseñanza para cumplir con estos objetivos y mejorar el rendimiento académico de sus alumnos. Aquí surge otra interrogante sobre los métodos de enseñanza: ¿cuál de ellos ha funcionado de mejor manera? Solo a través de una medición estandarizada y de aplicaciones través del tiempo, se podría dar una respuesta aproximada. Todo es perfectible y aunque estas pruebas pueden ser mejorables e incluso modificadas para adaptarse mejor a las realidades locales, ofrecen una luz sobre las expectativas educativas y ayudan a los profesores a orientar su trabajo hacia una mejora continua.
Las acciones promovidas por estas pruebas han sentado un precedente valioso y sigue siendo una base importante para la toma de decisiones, pero es necesario seguir trabajando para mejorarlas y adaptarlas a los requerimientos específicos de cada comunidad educativa. Con un enfoque constante en el perfeccionamiento, estas evaluaciones pueden convertirse en herramientas aún más efectivas y que garanticen una educación de calidad para todos los estudiantes.