Durante décadas, la educación se pensó como un recorrido lineal: se ingresaba, se avanzaba curso a curso y se egresaba dentro de un tiempo previsto. Sin embargo, las trayectorias actuales son más diversas. Hoy conviven jóvenes que estudian y trabajan, adultos que retoman sus estudios, alumnos que migran entre instituciones o que interrumpen su formación por razones familiares o económicas. En este escenario, la inteligencia artificial (IA) emerge no como una amenaza, sino como una oportunidad para acompañar estas trayectorias no lineales de manera más justa y personalizada.

La IA puede ayudar a reconocer patrones de aprendizaje, detectar tempranamente dificultades y ofrecer apoyos diferenciados. No se trata de sustituir al docente, sino de ampliar su mirada sobre cada estudiante, proporcionando información útil para orientar decisiones pedagógicas y fortalecer la retroalimentación. Las tutorías virtuales basadas en inteligencia artificial, por ejemplo, permiten ofrecer acompañamiento fuera del aula, adaptado a los ritmos y necesidades de cada persona, lo que resulta clave para quienes compatibilizan estudio, trabajo y familia.

En la Educación Superior chilena, marcada por la heterogeneidad de su matrícula, esta herramienta podría ser una aliada estratégica para mejorar la permanencia y el logro académico. Al analizar grandes volúmenes de datos, es posible identificar señales de riesgo y diseñar intervenciones tempranas que prevengan la deserción. De esta manera, la tecnología se convierte en un soporte para el bienestar estudiantil y no solo en un instrumento de control o evaluación.

Por supuesto su implementación debe ser ética y transparente. La IA educativa requiere resguardar la privacidad de los datos, evitar sesgos y asegurar que las decisiones sigan dependiendo del juicio humano. El desafío no es tecnológico, sino cultural: comprender que la IA puede ser un puente entre la diversidad de trayectorias y la promesa de una educación verdaderamente inclusiva.

Integrar esta tecnología desde una perspectiva humanista implica reconocer que cada recorrido formativo tiene tiempos y sentidos distintos. Si sabemos usarla con propósito pedagógico, la inteligencia artificial no fragmentará la experiencia educativa, sino que la hará más flexible, personalizada y, sobre todo, más humana.

Karen Núñez Directora Magíster en Docencia Universitaria Universidad de Las Américas

 

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