Se trata de un establecimiento en donde se educan sólo tres niñas y cuya única profesora es Ana María Mansilla. Está ubicado en El Tranquilo, un pueblito de la provincia de Palena en donde no existen los teléfonos ni el tendido eléctrico. Una antena de Internet satelital les ha cambiado la vida a las alumnas y a las personas del lugar.
“Yo cruzo la balsa del río Palena y retrocedo 50 años”.
Más que una metáfora o un juego de palabras, la profesora Ana María Mansilla describe así lo que siente cuando atraviesa hacia El Tranquillo, un pueblo localizado 40 kilómetros al noroeste de Palena, en la Región de Los Lagos, en plena Carretera Austral.
Para quien no conoce el lugar, se trata de un poblado en donde viven 100 personas, donde no hay tendido eléctrico, teléfonos ni menos Internet. Está escondido en la cordillera, en medio de quebradas, literalmente donde el diablo perdió el poncho. Parece otra metáfora, pero no lo es.
Ana María no es de la zona, es oriunda de Frutillar y años atrás, motivada por su vocación, decidió postular a la oferta laboral que había en la Municipalidad de Palena para trabajar en la Escuela Rural La Cascada, un establecimiento unidocente, creado en 1958 para educar a los niños de El Tranquilo, en donde hoy sólo hay tres alumnas, quienes permanecen internadas toda la semana, pues es la única posibilidad que tienen en el sector para educarse. Eso sí, desde primero a sexto básico porque luego hay que partir a Palena para completar el resto de la escolaridad.
La Escuela Rural La Cascada no es la única escuela que hay en el país con esas características, pero sí se encuentra en una zona en donde prácticamente no hay niños. En El Tranquilo, no hay fuentes laborales formales, las personas viven de la agricultura, la ganadería, tienen huertos, son autosustentables, pero la vida es dura para criar. Sobre todo en invierno, cuando la nieve abunda y la luz y todo lo que se puede hacer con electricidad escasea porque el combustible para alimentar los generadores es costoso y porque, en pleno siglo XXI, aún hay personas de la comunidad que iluminan sus casas con velas, como si el lugar se mantuviera ajeno y privado de los avances de la tecnología y la ciencia, apartado del tiempo.
Una revolución
Tal vez sea por todo lo anterior que la instalación de una antena de Internet satelital de HughesNet les ha cambiado la vida, les ha abierto las compuertas de un mundo que no sabían que existía, un mundo habitual para quienes habitan la ciudad, pero no para estas personas que, además de tener dificultades para llegar a sus hogares, estaban desconectadas de la ciudad y de todo en realidad.
“Nunca había habido internet en la escuela, hace muchos años atrás hubo un teléfono satelital. Tuvimos un dispositivo en el año 2020 que entregó el Ministerio. Era como un Internet descargado, se enchufaba, y daba acceso a ciertas páginas que ya estaban guardadas. Sólo teníamos acceso al internet de mi casa, que queda al lado. Ha sido maravilloso, al estar lejos (esta es una escuela unidocente) eso afecta la socialización y el desarrollo de las niñas. Entonces, gracias a la señal hemos podido hacer trabajo virtual. Desarrollamos un proyecto con una universidad, hicimos un taller de teatro, hemos participado de charlas, se les ha abierto un mundo a las chicas. Ellas se han acostumbrado a la digitalización. También les ha servido de entretención, aquí llueve todo el año y como no hay mucho que hacer, ahora pueden ver una película”, cuenta la docente.
Ana María explica que, a diferencia de lo que muchas veces sucede con la exposición excesiva a las pantallas, a las alumnas de esta escuelita se les ha desarrollado la creatividad. “Han florecido los intereses. A una de ellas le gusta la astronomía y ahora, con el computador y el Internet, sus posibilidades son infinitas. Se fascina mirando imágenes. A la más pequeña le gustan los animales, a la otra chica le gustan los dinosaurios. Gracias al Internet satelital han abordado sus intereses y sus propias curiosidades. Han accedido a un mundo que no sabían que existía. Necesitábamos que estuvieran conectadas, se les ha abierto un espacio tremendo”, dice.
Pero el impacto no sólo ha sido para estas tres estudiantes. La comunidad completa se ha visto beneficiada. “Hemos ayudado a que envíen información, a que se atiendan por telemedicina porque acá ni soñar con una urgencia como en la ciudad. Eso no existe. Entonces, todo es un cambio enorme en la vida de las personas porque acá la comunicación es por radio. La gente de campo está acostumbrada al aislamiento, pero esto acorta las brechas, pues la profesora que no puede hacer la clase porque no puede venir, la hace por cámara. Hacemos recorridos virtuales, visitamos museos que las chicas no podrían visitar, pues acá no hay nada de eso. Y, otra cosa que es fundamental, ahora estamos conectados frente a cualquier tipo de emergencia. La gente en la ciudad realmente no se imagina que hay lugares donde las condiciones de vida son tan duras. Ahora, por ejemplo, podemos comprar a través de Internet y las cosas llegan más rápido. Eso antes implicaba salir del pueblo. Esto es un cambio tremendo, es una revolución silenciosa, pero una revolución que nos acerca al mundo desde acá, adonde se llega, si el tiempo lo permite, en una balsa que demora entre 5 y 7 minutos en cruzar el río. Esto no resuelve todo el problema del aislamiento, pero ya es un gran avance”, resume Ana María.
Esta conexión a través de Internet satelital en la Escuela Rural La Cascada fue posible luego de que la profesora Ana María Mansilla postulara al programa Conectando Sueños de Hughes. Al respecto, Ana Duque, gerente de marketing de Hughes comenta que “Conectando Sueños nace para aportar a la reducción de la brecha, sobre todo dando acceso a zonas en donde no es posible otro tipo de conectividad. Este programa es nuestra apuesta por poner a las personas en el centro, pues queremos que tengan la posibilidad de cumplir sus sueños con la ayuda de la conectividad. Queremos que tengan a su alcance las mismas posibilidades de quienes viven en las grandes ciudades”, comenta.
Equipo Prensa
Portal Educa