Desde hace años existen dos posturas irreconciliables en torno al uso educativo de la tecnología: por un lado, la tecnofilia que exalta el uso de la tecnología asociada al aprendizaje, y por otro, la tecnofobia, que se enfoca más bien en posicionar en el debate los riesgos, limitaciones e incluso efectos adversos que pueda tener esta herramienta en la educación.
Actualmente este debate en Chile y en el mundo en general se ha visto representado por el tema de la inteligencia artificial, donde existen muchos defensores de usos como acceso al contenido, producción de material educativo, personalización, diversificación y otros beneficios, pero también peligros, como que los estudiantes lo usan como un atajo al aprendizaje sin desarrollar las habilidades. Por otro frente está la discusión respecto al uso de los teléfonos móviles en el aula, donde si bien se reconoce su potencial para interactuar y trabajar en clase, se ha ido posicionando el discurso de que generan más problemas que ventajas, como distracción, aislamiento, sobreconsumo de redes sociales y otros, las que están más asociadas al apoyo que tiene que tener un estudiante al usar estos dispositivos.
Los tecnófilos defienden que las tecnologías pueden ser una solución a la falta de recursos, a promover la inclusión y personalización, a fomentar la participación y, sobre todo, a dinamizar las prácticas de aprendizaje, preparando a los estudiantes para una sociedad cada vez más digitalizada. Al respecto, las plataformas digitales, la realidad aumentada, la fuerte penetración de la IA y otras tecnologías emergentes no constituyen solo apoyos educativos, sino también espacios de preparación para la sociedad actual. El foco de esta posición busca mejorar los modelos tradicionales de clases, promoviendo entornos dinámicos, participativos e innovadores capaces de considerar los ritmos de aprendizaje y entregando herramientas para que los estudiantes exploten su creatividad.
Los tecnofóbicos, son escépticos a las posibilidades y sobre todos los resultados del uso de tecnología aplicada a la educación, centrándose en temas como la desconcentración que genera su uso en el aula y la pérdida del contacto humano, y actualmente con la IA, la dependencia que están generando los alumnos cuando se usa en demasía, resolviendo actividades que deberían hacer ellos mismos, con lo cual no desarrollan sus habilidades y el pensamiento crítico. La exposición excesiva a las pantallas genera también desapego de la comunidad educativa y familiar, además de que se deben considerar los peligros propios de la red, la privacidad y el acceso a contenidos no adecuados al mundo escolar.
Frente a estas realidades contrapuestas se hace necesario superar esta mirada bipolar, siendo necesario el desarrollo de una postura que sopese los pro y contras sobre la tecnología, y que fomente un uso informado, responsable y seguro, tanto de profesores y estudiantes como de sus familias, desarrollando además no sólo habilidades digitales, sino también emocionales y éticas que permitan el uso adecuado de la tecnología.





















