• La inteligencia artificial (IA) ya no es una tecnología del futuro: está presente en nuestras rutinas y está transformando la forma en que vivimos, trabajamos y aprendemos. Se trata de una herramienta que se utiliza en la vida cotidiana y que influye en la productividad y procesos diarios.

Sin embargo, gran parte del sistema educativo aún sigue mirando esta transformación desde la distancia, sin incorporar su potencial en los procesos formativos y su relevancia para los futuros campos laborales. Esto representa un riesgo real: estamos preparando a los jóvenes para un mercado laboral que está desapareciendo rápidamente.

Según un informe publicado recientemente por el Foro Económico Mundial, cerca de 85 millones de empleos podrían ser desplazados por la automatización hasta 2025, pero 97 millones de nuevas funciones surgirán, muchas de ellas ligadas directamente a habilidades digitales avanzadas. Si no actuamos desde ahora, crearemos una brecha aún mayor entre lo que las empresas necesitan y lo que los egresados son capaces de ofrecer.

No incorporar la IA en las etapas formativas es dejar a las futuras generaciones en desventaja. Hoy en día, las herramientas que automatizan procesos, mejoran la eficiencia o ayudan a analizar datos están al alcance de cualquiera. Sin embargo, es esencial que en los más jóvenes exista un acompañamiento que les permita utilizarlas éticamente, protegiendo sus datos e información privada.

No puede ser que en pleno 2025 sigan existiendo carreras universitarias de cinco años que no incluyan en sus mallas curriculares herramientas como la IA. La velocidad con la que estas tecnologías avanzan es tan grande, que quienes egresen en unos años más podrían enfrentarse a un mercado laboral totalmente distinto al que conocieron durante sus estudios. Esta desconexión entre educación y áreas laborales profundiza las brechas tecnológicas entre estudiantes y deja atrás a quienes más necesitan oportunidades.

Un punto clave es que no se exige un título para comenzar a utilizar la inteligencia artificial. A diferencia de otras tecnologías, la IA es inclusiva, se aprende aplicando, incorporándola en las tareas cotidianas, lo que hace aún más fácil su integración en los procesos educativos, desde la educación básica hasta la formación profesional.

Chile tiene una gran oportunidad. Cuenta con una infraestructura digital sólida y un ecosistema académico de excelencia. Es necesario un trabajo en conjunto para que el sistema educativo, el sector privado y las autoridades tengan una visión común que permita preparar a personas para liderar en un mundo tecnológico cambiante, ético y en constante evolución.

La inteligencia artificial no reemplazará a quienes estén preparados para trabajar con ella. Pero sí dejará atrás a quienes no hayan tenido la oportunidad de aprender a usarla. Educar con IA no es solo una decisión tecnológica: es una apuesta por la equidad y por el futuro.

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Equipo Prensa
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