Jenniffer Ruiz Directora Carrera de Educación Parvularia Universidad de Las Américas
Ser un buen ciudadano implica comprometerse con la construcción de una sociedad más justa, solidaria y democrática, lo que se inicia desde los primeros años de vida. En este sentido la Educación Parvularia tiene una gran responsabilidad al garantizar la participación; uno de los principios fundamentales del enfoque de derechos de niños, niñas y adolescentes que Chile ratificó en 1990 y que hoy es el pilar de los referentes curriculares del nivel. Para lograr lo anterior, es indispensable garantizar espacios donde se vivan y enseñen valores esenciales para la convivencia, tales como el respeto, la empatía y la cooperación, los cuales ayudan a aprender a vivir en sociedad. Este proceso no es espontáneo, ya que requiere de intencionalidad, modelamiento y oportunidades para ejercitar la ciudadanía.
El respeto es la base de toda relación sana. Enseñarlo implica reconocer al otro como sujeto de derechos, escucharlo y valorar su individualidad. La empatía, por su parte, permite comprender las emociones ajenas y actuar en consecuencia, fomentando la solidaridad. Asimismo, la cooperación transmite que vivir en comunidad implica compartir, ceder y construir en conjunto.
Para fortalecer estos elementos es clave que las experiencias en los centros educativos sean participativas y democráticas. Es importante permitir a los niños expresar sus ideas, tomar decisiones y resolver conflictos a través del diálogo, aspectos que favorecen la construcción de una ciudadanía activa y comprometida. Sin embargo, este aprendizaje no recae únicamente en el jardin infantil: las familias también tienen un rol fundamental.
Entonces ¿cómo pueden los hogares reforzar la convivencia y la ciudadanía? Modelando el respeto en la comunicación diaria. Los niños aprenden observando, escuchar sus opiniones y permitirles participar en decisiones acordes a su edad, refuerza su sentido de pertenencia y responsabilidad. También se debe fomentar la empatía a través del diálogo respecto a las emociones y el impacto de nuestras acciones en los demás. Por último, hay que promover la cooperación con actividades cotidianas donde todos contribuyan según sus capacidades, desde recoger juguetes, hasta tomar decisiones en familia.
Educar para la convivencia y la ciudadanía es una tarea compartida. Si desde la infancia les brindamos a los niños herramientas y valores para vivir en comunidad, construiremos sociedades más justas, solidarias y respetuosas.