El término de clases siempre llega cargado de símbolos: carpetas que se guardan, salas que se despiden, ceremonias que marcan hitos. Pero más allá de los actos formales y las fotografías, diciembre abre un espacio emocional profundo para miles de estudiantes. Es el momento en que sienten con más fuerza que los ciclos se cierran, y con ellos emergen preguntas, presiones y temores que rara vez aparecen en las estadísticas, pero que sí habitan con intensidad en las salas de clases y en los hogares.
Para quienes terminan 8º básico, por ejemplo, este cierre representa un salto hacia lo desconocido. Pasar de la educación básica a la media no es sólo cambiar de edificio: es ingresar a un mundo nuevo de exigencias, estructuras más complejas, profesores distintos, amistades que se transforman y un ritmo académico más demandante. Muchos estudiantes viven esta transición con entusiasmo, pero también con ansiedad. ¿Seré capaz? ¿Y si me va mal? Son preguntas que, aunque no siempre se verbalizan, atraviesan ese último mes de clases.
Un proceso parecido, pero más intenso, viven quienes egresan de 4º medio. La ceremonia no sólo marca el fin de la escolaridad, sino el comienzo de una etapa en que las decisiones parecen más trascendentales que nunca. Elegir una carrera, decidir si estudiar o trabajar, pensar en un futuro que de pronto deja de ser abstracto para convertirse en una urgencia concreta. La presión por “no equivocarse” o por responder a las expectativas familiares y sociales puede volverse abrumadora.
Muchos jóvenes sienten que, a los 17 o 18 años, se les pide tomar una decisión que definirá toda su vida. Desde la psicología sabemos que esta etapa está llena de exploración, duda e identidad en tránsito; por eso, la elección vocacional debería vivirse como un proceso, no como una sentencia.
Pero no todos los cierres de año están marcados por medallas y licenciaturas. Para un grupo de estudiantes, diciembre significa enfrentar la noticia más temida: repetir de curso. Aunque a veces se asuma con liviandad desde el mundo adulto, repetir un nivel puede generar un impacto profundo en la autoestima del estudiante. El sentimiento de fracaso, la comparación con los pares, el miedo a la burla, la sensación de quedarse atrás mientras otros avanzan. Todo ello configura una carga emocional enorme, que puede afectar la motivación y el vínculo con la escuela durante el año siguiente. Estudios en psicología educacional muestran que la repitencia se asocia a mayor riesgo de desmotivación, abandono escolar y síntomas ansioso-depresivos cuando no existe un acompañamiento adecuado.
En cada una de estas etapas, 8º básico, 4º medio, la repetición, la elección vocacional, subyace una misma verdad: los estudiantes están atravesando transiciones que los interpelan en su identidad, su autoconcepto y su pertenencia. El cierre del año escolar no es un acto administrativo. Es un rito de paso, y todo rito necesita acompañamiento.
En este contexto, hoy más que nunca se vuelve clave que las comunidades educativas cuenten con herramientas que les permitan mirar factores socioemocionales y psicosociales de forma continua y preventiva, no sólo cuando la dificultad ya es evidente.
Desde los colegios, es fundamental abrir espacios de conversación que no se limiten al rendimiento académico. Permitir que los estudiantes expresen cómo viven estas transiciones, qué les preocupa, qué expectativas tienen. Los equipos de convivencia y orientación pueden cumplir un rol clave cuando ayudan a los jóvenes a mirar el proceso con perspectiva: reconocer sus logros, comprender sus dificultades y, sobre todo, validar sus emociones.
La contención no siempre requiere grandes intervenciones, a veces basta con que un adulto significativo escuche sin juzgar. Las familias, por su parte, pueden contribuir bajando la carga de perfeccionismo y ampliando la mirada. Recordarles a los hijos que la vida no es una línea recta, que los errores no definen quiénes son, y que las decisiones se pueden revisar sobre la marcha, es un acto de amor que calma. Lo que más necesitan los estudiantes en diciembre no es presión para rendir, sino seguridad emocional para avanzar.





















