Laura Farías Directora Carrera (i) de Pedagogía en Educación Diferencial Universidad de Las Américas, Sede Concepción
A mitad de año, aún es posible reencauzar el camino y fortalecer el rendimiento escolar. Pero ¿cómo lograrlo? Si bien existen múltiples recomendaciones, uno de los factores determinantes es la capacidad de organizarse, y este proceso debe comenzar en el entorno familiar. El rol de madres y padres y familia es esencial, no solo como proveedores de apoyo emocional, sino también como guías que mantienen una comunicación constante y efectiva con sus hijos, promoviendo su bienestar y desarrollo integral. Esta planificación implica una serie de acciones concretas que resultan decisivas en el proceso educativo.
Un primer aspecto fundamental es mantener contacto frecuente con profesores y asistentes de la educación. Esta comunicación debe ir más allá del cumplimiento de tareas, extendiéndose a un involucramiento activo en las diferentes áreas del desarrollo de los hijos, lo que incluye saber cómo se sienten respecto a su día a día escolar, en qué aspectos necesitan apoyo, cómo orientarlos frente a diversas situaciones, motivarlos, felicitarlos, etc.
También es esencial tener un horario que permita organizar el tiempo libre en casa, de manera que se incluyan momentos de descanso y recreación, así como otros destinados al estudio y la organización de tareas. Esta rutina debe incluir el orden de la habitación y dejar lista la mochila y uniforme para asistir a clases, acciones sencillas que fomentan la disciplina.
A esto se suma la necesidad de un horario de estudio bien definido, lo cual ayuda a los estudiantes a vincularse con lo aprendido en clase, consolidando sus conocimientos. Los padres pueden colaborar al hablar sobre los contenidos de las asignaturas y proporcionar ejemplos prácticos que faciliten su comprensión. Además, es importante felicitar y motivar a los hijos durante este proceso.
La asistencia a clases es primordial para un año exitoso. Los padres deben asegurarse de que sus hijos asistan de manera regular, ya que es en la sala de clases donde se produce la mayor parte del aprendizaje y la convivencia con sus compañeros. Las inasistencias prolongadas pueden ocasionar retrasos en la adquisición de conocimientos, bajas calificaciones y falta de pertenencia al curso, lo que genera desánimo y, en casos extremos, llevar a la deserción escolar.
Asimismo, atender la salud, tanto física como mental, es crucial para un buen desempeño escolar. Los padres deben asegurarse de que sus hijos disfruten de una buena calidad de vida que les permita estar en óptimas condiciones para aprender, lo que contempla el fomentar hábitos de vida saludables, como una alimentación equilibrada, ejercicio regular y descanso adecuado.
Para que el año escolar sea fructífero, la familia debe asumir un rol activo en la organización, el apoyo emocional y el seguimiento del proceso educativo, fomentando rutinas, comunicándose con los profesores y procurando preservar el bienestar del estudiante. Esto refuerza su autoestima y la motivación por aprender.