Alrededor de mil 300 libros fueron descubiertos por un equipo de investigadores liderado por Gonzalo Salas, académico UCM del Departamento de Psicología.
Gonzalo Salas, académico de la Universidad Católica del Maule, levanta la voz sobre la necesidad de poner en valor el patrimonio intelectual de Chile y materializar el legado de los pensadores nacionales.
Ubicación: estantes de la Sección de Literatura del Archivo Central Andrés de Bello en la Universidad de Chile, la misma Institución que la nombró como su primera académica en 1922.
El indicio: el timbre personal de Amanda Labarca y el de su marido, estampados en 11 libros.
“Esto es más que una pista. Es una huella. ¿Dónde está el resto?”, así describe Gonzalo Salas, académico del Departamento de Psicología de la Universidad Católica del Maule (UCM), cómo él y su equipo de investigación encontraron parte de la biblioteca personal de Amanda Labarca.
No se lo había propuesto, pues su proyecto Fondecyt Regular estaba centrado en el análisis de las obras literarias que Labarca escribió entre 1909 y 1921; objetivo que también cumplió el académico.
En marzo de 2024 cerrará ese Fondectyt con dos hallazgos relevantes sobre la también docente y diplomática nacida en 1886: la puesta en escena de su faceta de literata y la identificación de una parte de su biblioteca personal.
En esta conversación aborda detalles del trabajo investigativo y reflexiona en torno al patrimonio intelectual del país y cómo este debe comenzar a materializarse.
Además, proyecta encontrar más obras para separar la biblioteca de Labarca para “darle el lugar que merece” y reimprimir sus obras de ficción. Por lo pronto, publicará un próximo paper sobre la rivalidad entre Gabriela Mistral y Amanda Labarca, evidenciada a través de sus escritos.
¿Cómo lograron identificar más de mil libros?, sin duda que buscar en esas bóvedas es un trabajo arduo…
Nos dimos cuenta por los timbres, por serendipia, buscando información en el Fondecyt de Amanda Labarca.
En mi cabeza estaba siempre la idea: dónde estará su biblioteca. Imaginaba que el Archivo Bello podría ser un lugar, pero no tenía la certeza. A partir de las búsquedas en distintos lugares, encontramos los timbres de ella y su marido en un libro y pensé: si hay un libro, hay más. Después nos encontramos dos, tres…once. Esto es más que una pista, es una huella. ¿Dónde estará el resto?
Ya con esos textos, fuimos a hablar con la directora del Archivo para que nos dejara entrar a la bóveda, lo cual es difícil, porque allí hay gente te pasa los libros, ellos los van a buscar. Además, el archivo tiene una serie de reglamentos para cuidar el patrimonio y lo que significa el trabajo en una bóveda.
La directora que dejó su cargo, -el Archivo está acéfalo ahora- me decía que ella tenía esa idea en su cabeza también, de que la biblioteca de Labarca estaba ahí. Entonces, con el Fondecyt, pensé que sería bueno para la Universidad de Chile aliarse con un proyecto de investigación y comenzamos a negociar.
El Fondecyt nuestro si bien no tuvo como objetivo principal recuperar la biblioteca de Amanda Labarca, sí tenía por objetivo inscribir la obra literaria de Amanda Labarca en el campo literario, para ello contratamos personal técnico y de apoyo, y es así como seleccionamos tres mujeres admirables que se fueron organizando para trabajar por sus conocimientos del trabajo en archivo a lo que sumaron mis orientaciones como investigador responsable.
Alejandra Araya González, candidata a doctora en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile; Magdalena Ramos, licenciada en Historia de la Universidad de Chile; y Catalina Deramond, estudiante de Psicología de la Academia de Humanismo Cristiano; contribuyeron a revisar casi 9 mil 500 títulos dispuestos en 54 estantes dentro de las bóvedas del Archivo Andrés Bello.
Labarca sigue siendo un referente en muchas áreas, cuál es la impresión que le dejan los libros de esta biblioteca porque, además, algunos tienen dedicatorias…
Uno lo que puede percibir a través de la biblioteca personal de una mujer intelectual del siglo XX, son sus vínculos con la sociedad de la época. Porque esos no son los libros de ella, la biblioteca Amanda Labarca no son sus propios libros; eso también costó encontrarlo, pero fue un trabajo previo que se hizo hace 20 o 30 años.
La gracia de encontrar su biblioteca es ver qué leía, qué pensaba, cómo construyó su pensamiento en base a ello; quién le regaló esos libros, cuántos compró, cuántos regaló, cuántos fueron canje, -en ese tiempo había mucho canje de libro con las imprentas-, las sociedades de profesores también hacían canjes de libros que llegaban en barco o en avión; y cómo construyó esa biblioteca. Por lo demás, era la biblioteca de su marido también, aunque yo diría que el 80 por ciento de lo que hay allí es de ella.
Ahí uno empieza a ver las relaciones. Con qué persona se vinculó, quiénes le obsequiaban libros, quiénes la podían criticar en público y luego le escribían: “querida Amanda, te obsequio mi trabajo, mi libro para que tú lo puedas leer y valorar en su justa medida”; o al intelectual más importante de toda Latinoamérica, un educador ecuatoriano, colombiano, costarricense, argentino… Entonces uno ve vínculos desde España, Portugal y toda Latinoamérica. Dedicatorias habrá unas 200, por lo menos.
Probablemente usted sea uno de los investigadores que más conozca a Labarca…
Mira, no sé. Como es una mujer de la (Universidad de) Chile, sus investigadoras tienen un amplio conocimiento sobre Labarca, lo que estamos tratando de hacer es avanzar hacia el conocimiento de las diversas facetas de Amanda.
La gente ha investigado harto, pero creo que falta. No solo con ella, sino que, en Chile, sería interesante pensar en nuestros pensadores tanto mujeres y hombres, pero moverlos como mueven a Europa un tal Michel Foucault.
Yo creo que esa es una buena metáfora. Por qué la biblioteca de Foucault sí, -guardando las dimensiones-, pero si se trata de Amanda Labarca es cómo: ¿para qué siguen? ¡Y voy a seguir toda la vida! A mí me quedan 20 años o más para trabajar sobre ella, mientras haré otras cosas.
Pero porqué de Foucault nadie lo cuestiona, porqué siguen con Foucault y podemos seguir 200 años más. Para los franceses es un símbolo de su intelectualidad, de su cultura, de su pensamiento, de lo que representa el Collège de France y, además, cuánto costó la biblioteca de él que fue vendida por su esposo a la Biblioteca Nacional de Francia.
Pero la biblioteca de Labarca estaba ahí, ahí escondida y ni siquiera separada. Entonces el proyecto nuestro es eso. Esos mil 300 libros que encontramos son de Literatura, nosotros revisamos 9 mil 500 libros de la sección Literatura; pero, seguramente vamos a encontrar más en Educación; si es que seguimos, en Historia, en la hemeroteca, probablemente nos encontremos con muchas revistas más.
¿Chile no ha sabido leer ese potencial intelectual?
Sobre todo, de los pensadores chilenos. Yo creo que de la única que se ha hecho un trabajo largo ha sido de Mistral. Se le ha desnudado a Mistral como se ha desnudado a Foucault, guardando las proporciones.
¿Por qué será?
Es un problema patrimonial nacional es un problema de valorarización de la cultura. En Latinoamérica, en general, es un problema de cómo le damos valor a lo nuestro.
Entonces, yo, aunque canse, aunque aburra y aunque la gente diga ya no más, no importa. La idea es tomarnos en serio nuestra gente importante y si alguien trabaja después a Elena Caffarena, Teresa Wilms Montt – como se está haciendo-, creo que va a ayudar a generar un corpus a largo plazo y va a ayudar a las nuevas generaciones.
Mi objetivo es que en unos tres años más -o no mucho más que eso-, tengamos la biblioteca de Amanda Labarca separada. Eso es lo que yo tengo en mi mente.
¿Cómo vamos a seguir? Ya lo veremos. No me queda ninguna duda que la Universidad de Chile tiene claro el valor de este trabajo, así nos lo han hecho ver, sin embargo, hemos dado un empujoncito. Que la Universidad Católica del Maule sea parte de esto, adquiere relevancia, ya que cuando la biblioteca de Amanda Labarca esté separada y sea posible consultarla en el Archivo Bello como un corpus completo, podremos sentirnos orgullosos de este momento por haber dejado esta huella. Falta tiempo para esto, pero seguiremos trabajando para que eso sea posible.
¿Por qué Labarca no es una figura tan reconocida internacionalmente, pese a que su pensamiento ha influido en la educación y en la psicología?
Fue referente internacional en su época, tanto como Mistral. Hasta que Mistral ganó el Nobel estaban más o menos en un mismo nivel respecto a los vínculos internacionales.
No me cabe duda de que, hasta el 45, ambas tenían un trabajo muy parecido con diferencias y con pugnas también. De hecho, vamos a publicar pronto un artículo sobre la rivalidad de Amanda Labarca con Gabriela Mistral. Eso se viene ahora el otro año.
Uno a partir de esto va encontrándose cosas: las disputas, las trifulcas. Hubo muchas tensiones aunque también colaboraron… De hecho, lo que estamos pensando es algo así como “Antes de la sororidad: Gabriela Mistral y Amanda Labarca”.
Volvamos al Fondecyt, en este proyecto usted analizó textos literarios de un periodo temprano. Labarca no es conocida como literata, ¿qué encontró allí?
Lo más relevante del Fondecyt, fue poner escena su obra literaria. Labarca era reconocida por sus ensayos, hasta antes de nuestro Fondecyt, por escribir textos psicológicos, sociológicos; pero nadie se le habría imaginado escribiendo ficción o hablando de mujeres en una novela, por ejemplo.
En la Lámpara maravillosa, que es una novela de 1921, nos muestra cómo Matilde -que es el personaje principal- vive la desolación, la angustia que, probablemente, vivieron muchas mujeres cuyos maridos se iban, se escapaban.
Ella lo retrata a través de una pintura en la novela y, de hecho, lo de la pintura es real porque la Lámpara Maravillosa es un cuadro que hizo el esposo de Matilde, Eugenio. Pero él se va, la abandona y aparece Andrés, que tiene problemas físicos y entonces él la acompaña, pero nunca pasa nada entre ellos.
La mujer ahí sigue esperando al hombre y, en los años 20 no había otra opción. Hoy día la infidelidad puede ser femenina o masculina, pero en ese momento no, el hombre era errante y la mujer siempre expectante.
¿Podemos decir que el Fondecyt ha desvelado una nueva faceta de Labarca?
Sí, ese era el objetivo y se cumplió. Vamos a seguir sacando artículos. Hoy día tenemos dos artículos publicados sobre el Fondecyt, dos en proceso y eso, más los dos libros y la recuperación de la biblioteca; nos dan señales de todo lo que podemos ir descubriendo.
Este relato que te cuento de la Lámpara maravillosa, es un retrato de esta otra Labarca que tenía inferioridades respecto a sentirse literata, igual que Simone de Beauvoir que decía: yo soy escritora, el filósofo es Sartre. En el caso de Labarca es: yo no puedo escribir las novelas que escribe mi marido. Es lo mismo.
A la luz de los acontecimientos que hoy se viven en el mundo, similares a los que Labarca vivió en su época y teniendo todos estos insumos de su pensamiento, ¿cuál es el llamado a quienes pueden contribuir a resguardar el patrimonio, a las instituciones, a la ciudadanía?
El llamado es a recuperar el patrimonio nacional y latinoamericano con fuerza y con recursos destinados para ello. No puede ser que tengamos tanto patrimonio, pero esté oculto e invisibilizado. A Chile se le tiene que reconocer no solo por sus bellas playas, por su turismo.
Hay que seguir lo que se ha hecho con la figura de Mistral. Ella tiene hoy día: la Biblioteca Gabriela Mistral frente a la Universidad Central; está la casa de ella en la Serena. En Vicuña está el Museo Gabriela Mistral donde está su biblioteca; está la casa en Montegrande, el Museo de la Educación Gabriela Mistral en Santiago. Ahí está el ejemplo.
Estamos hablando de patrimonio intelectual, no solo de investigación científica. Tenemos que trascender a la investigación o son labores compartidas, hay políticas de cultura detrás de esto.
Debería haber un museo de Amanda Labarca. Ya la biblioteca podría ser un primer museo o un primer centro de documentación porque qué tenemos hoy día de ella: el nombre de una calle, el nombre de una medalla, el nombre de una cátedra; pero son simbolismos que no se reflejan en patrimonio material, es un patrimonio inmaterial.
¿Cómo pasamos del patrimonio inmaterial al patrimonio material de Amanda Labarca? Necesitamos su obra, sus objetos sus imágenes, hay que dar ese salto y ahí el llamado a los gobiernos es sobre ella y sobre otras figuras mujeres.
Equipo Prensa
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