Danilo Naranjo, presidente ejecutivo de Wingsoft

En el vasto universo de la neurociencia, Stanislas Dehaene (Neurocientífico Francés) ha iluminado caminos que conectan el sueño y la ilusión con el desarrollo cognitivo. Según Dehaene, durante el sueño, el cerebro no descansa; al contrario, se encuentra en una actividad intensa, reproduciendo y consolidando las experiencias vividas. Este proceso fortalece las conexiones neuronales, esencial para el aprendizaje y la memoria.

La ilusión, entendida como la capacidad de soñar y proyectar, es el motor que impulsa la curiosidad y la creatividad. Sin embargo, en muchos países de Latinoamérica, incluyendo Chile, el sistema educativo ha priorizado la memorización y la repetición por sobre la creatividad y el pensamiento crítico. Esta tendencia ha llevado a que las escuelas se conviertan en un espacio monótono, limitando las potencialidades de aprendizaje de los estudiantes.

Y aunque Chile ha mostrado avances en el fomento de la creatividad, liderando en pensamiento creativo en la región, según la prueba PISA, aún persisten desafíos significativos. Es imperativo, por ejemplo, que las políticas educativas promuevan ambientes que estimulen la imaginación y el pensamiento divergente, reconociendo el valor del sueño y la ilusión en el desarrollo cognitivo.

La neurociencia nos enseña que soñar y mantener viva la ilusión no son meros actos de evasión, sino procesos fundamentales que enriquecen nuestras conexiones neuronales y potencian nuestras capacidades cognitivas. Es hora de que, como sociedad, reconozcamos y fomentemos estos pilares en la formación de los jóvenes, preparando así a generaciones capaces de enfrentar los desafíos del futuro con creatividad y resiliencia.

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