La masificación de la electromovilidad enfrenta retos en infraestructura, costos y hábitos urbanos, claves para su expansión en los próximos años.
A simple vista, parece un sueño cumplido: buses que no emiten ruido ni humo recorren ya varias ciudades chilenas. En el norte, algunas flotas son 100% eléctricas. Pero bajo esta postal optimista, un desafío se abre paso: ¿qué pasará cuando los autos particulares y los camiones se sumen masivamente a la ruta eléctrica?
“El transporte público ha sido el gran motor de la electromovilidad en Chile, con un avance vertiginoso en los últimos cinco años”, explicó el Dr. Eduardo Espinosa, investigador del Centro de Energía de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), profesor asociado del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Casa de Estudios y Director del proyecto FIC-R 40050692 “Plan de acción para la adopción de la electromovilidad en Ñuble”, financiado por el Gobierno Regional de Ñuble y ejecutado por la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), que tiene como objetivo principal analizar las brechas existentes en capital humano, infraestructura proyectada para la demanda de vehículos eléctricos y la difusión necesaria para impulsar la electromovilidad en la Región.
“El problema hoy está en la electromovilidad particular y en pensar en transporte de carga”, afirma el académico. Uno de los nudos críticos es la disponibilidad de carga. Las estaciones actuales cuentan con apenas uno o dos puntos, lo que obliga a planificar cada viaje con precisión. Ante esto, el investigador de la UCSC alertó: “si uno no organiza la ruta, puede quedar atrapado por los tiempos de espera. En edificios ya se observa otro dilema: algunos dueños conectan sus autos a la toma de servicio común, y entonces surge la pregunta: ¿quién paga esa electricidad?”.
El panorama se complica mirando hacia adelante. En cinco o diez años, cuando los autos eléctricos particulares crezcan en número, los departamentos y grandes edificios enfrentarán un desafío mayor. En contraste, casas y condominios podrían tener una transición mucho más sencilla. Mientras tanto, la carga de última milla se abre camino con vehículos eléctricos y con celdas de hidrógeno verde.
Los precios siguen siendo otro freno. Aunque existen modelos más accesibles, como sedán y citycar, la mayoría continúan siendo caros. “El dispositivo de almacenamiento de energía debe seguir mejorando para lograr más autonomía, más ciclos de carga y descarga, y, sobre todo, bajar costos”, señaló el académico.
Respecto a la Estrategia Nacional de Electromovilidad, que plantea alcanzar el 100% de ventas de vehículos de bajas emisiones para 2035, Espinosa es claro: el objetivo es ambicioso, pero requiere más que buenas intenciones.
“Mientras no tengamos una red de cargadores distribuida en todo el país, el usuario se verá restringido. La meta del gobierno es poner un cargador cada 100 kilómetros, pero eso debe extenderse también al centro y sur. Además, es necesario incentivar más la compra de estos autos, entregar beneficios adicionales”, sostuvo el académico de la UCSC.
La electromovilidad ya no es un horizonte lejano: está en marcha, con buses circulando y pilotos en distintas regiones. El desafío es cómo transformarla en una opción real para todos. Tal vez, en pocos años, el verdadero lujo no será tener un auto eléctrico, sino tener dónde cargarlo.