José Pedro Hernández Historiador y académico de la Facultad de Educación Universidad de Las Américas

La Independencia de Chile, ese grito anhelado que resonó en 1818, no se limita a una fecha, ni a una ciudad. Es una historia que baila entre Concepción, Talca y Santiago, un vals de anhelos, estrategias y formalidades que culminó en la libertad de nuestro país.

Si bien el 12 de febrero se celebra como el día de la firma del Acta de la Independencia, el camino hacia ella es más escabroso, tanto que aún hoy se debate dónde se firmó o proclamó. Concepción, vibrante de energía patriota de O’Higgins y sus tropas, se alza como la cuna de la primera declaración. Trasladémonos al 1 de enero de 1818, en medio de la tensión militar con las tropas españolas, O’Higgins decide declarar la Independencia. Algunos relatos incluso la ubican en Los Morrillos de Perales, siendo firmada sobre un tambor, un símbolo potente de la urgencia y la determinación. Posteriormente, realiza una ceremonia en la plaza, hoy Plaza de la Independencia, resonando con la promesa de un nuevo Chile.

Talca, por su parte, se viste de gala para la proclamación oficial. El 12 de febrero, un año después de la victoria en Chacabuco, O’Higgins firma el acta en esta ciudad, consolidando el anhelo independentista. No es una contradicción con Concepción, sino un paso más en el proceso. Talca se convierte en el escenario de la formalidad, del documento que sellaría el destino de la nación.

Santiago, la capital, no se queda atrás. Aquí, en la Plaza de Armas frente a la Catedral, Miguel Zañartu lee el acta, llevando la noticia a la ciudadanía. Es la difusión, la expansión del grito de libertad que ya había resonado en el sur. Santiago se convierte en la voz que anuncia al mundo el nacimiento de un nuevo país.

Entonces, ¿Dónde se firmó realmente el Acta de Independencia? La respuesta no es simple. Concepción fue la cuna del primer impulso, la declaración en el fragor de la lucha. Talca, el escenario de la firma oficial del documento que validó el anhelo. Y Santiago, la voz que ratificó la noticia al país.

La emancipación no se reduce a un lugar, sino a un proceso. Este baile de ciudades fue un vals de voluntades que, juntas, dieron a luz a la formalización de la libertad de Chile. Celebrar el 12 de febrero es celebrar este proceso, el grito unificado de nuestra Independencia.

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