El crecimiento de personas mayores de 35 años que ingresan a la Educación Superior (ES) es una tendencia observable en muchos países y Chile no está ajeno a este fenómeno.
Fernanda Valdés, directora de Aseguramiento de la Calidad y académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (UANDES), comenta que “si bien esta realidad es más discreta en nuestro país que en otros con mayor desarrollo educativo, hay factores locales que explican su avance”.
“La expansión de la oferta educativa a nivel mundial ha diversificado los formatos y niveles disponibles: además de carreras profesionales y técnicas, hoy existen diplomados, cursos breves y especializaciones, especialmente en áreas como la salud”, detalla Valdés. Esta evolución ha permitido que ingresar y salir del sistema educativo de manera continua se convierta en una necesidad para mantenerse vigente y ascender en el mundo laboral.
Situación en Chile
En Chile, el incremento de estudiantes adultos responde también a razones específicas: personas que no accedieron en su juventud a la universidad, inmigrantes que no pudieron continuar estudios en sus países de origen, o quienes hoy pueden financiar sus estudios gracias al acceso a becas, créditos o gratuidad.
“La Educación Superior, ya sea temprana o tardía, sigue siendo un potente motor de movilidad social en nuestro país, con un retorno alto para quienes logran completar su formación. Aunque este retorno ha disminuido en los últimos años, sigue siendo más alto que en otras partes del mundo”, agrega la académica. También enfatiza que el prestigio de la institución de egreso impacta directamente en las posibilidades de empleabilidad y ascenso social.
El perfil de quienes ingresan a estudiar después de los 35 años es muy diferente al del estudiante recién egresado de la enseñanza media. Mientras los jóvenes acceden en su mayoría a programas diurnos y están financiados por la política de gratuidad, los adultos suelen optar por modalidades vespertinas, en línea (online) o semipresenciales, ya que deben compatibilizar estudios con trabajo, labores de cuidado e incluso la crianza de hijos.
“Las instituciones están cada vez más conscientes de estas diferencias y adaptan su oferta y apoyo académico para responder a los desafíos de este nuevo tipo de estudiante”, concluye Valdez.