Este 24 de abril se celebra el día del liderazgo a nivel internacional. Según un estudio realizado por Ipsos Chile y la Fundación Camiseteados, un 69% de las personas cree que existen liderazgos positivos, pero que no son suficientes. Solo un 13% considera que hay suficientes líderes positivos en el país.
La cifra revela una percepción transversal: no basta con ocupar cargos de poder, también hay que saber liderar. Desde el mundo de los recursos humanos, el desafío es urgente. Bárbara Kübler, Chief Human Resources Officer de Talana, plantea que hoy el liderazgo se mide más por la capacidad de generar conexiones significativas que por la autoridad. “Liderar es tener la sensibilidad de entender lo que motiva a cada persona del equipo, entregarle las herramientas para desarrollar nuevas habilidades y crear un espacio de trabajo que funcione tanto para ellos, como para la organización”, comenta.
Entre las claves que destaca Kübler para un liderazgo efectivo, está la consistencia. No se trata de ser perfecto, sino coherente. Cuando las personas sienten que su jefatura actúa con criterio y transparencia, se genera un marco de confianza que permite conversar incluso los temas difíciles. En ese sentido, la especialista insiste en que no basta con aplicar herramientas de gestión modernas si no se está dispuesto a sostener conversaciones reales con el equipo.
Otro punto crítico tiene que ver con la diversidad. Según cifras de la Subsecretaría de Economía, solo un 20% de las empresas en Chile tienen mujeres en cargos de alta dirección. Esta brecha no es solo un problema de representatividad: también limita la calidad de las decisiones. “Los liderazgos homogéneos tienden a reforzar sus propios sesgos. En cambio, cuando se trabaja con personas de distintos géneros, edades y trayectorias, el pensamiento se expande y las soluciones se vuelven más creativas”, explica Kübler.
En ese contexto, la transformación digital también ha cambiado las reglas del juego. El uso de plataformas colaborativas, evaluaciones continuas y herramientas de automatización ha permitido que muchas jefaturas estén más cerca de sus equipos, incluso en contextos híbridos o remotos. Pero la tecnología, advierte Kübler, no puede reemplazar la escucha activa ni la empatía. “Hoy la gente necesita saber que puede hablar con su líder sin miedo. Que no va a ser juzgada por pedir ayuda. Y eso requiere humanidad, no solo eficiencia”, señala.
Para quienes ocupan roles de liderazgo, el camino no está exento de errores. De hecho, aprender a pedir disculpas se ha vuelto una habilidad esencial. Lejos del arquetipo del jefe infalible, las nuevas generaciones valoran a quienes reconocen sus límites y buscan mejorar. El liderazgo, en definitiva, se construye día a día, en el terreno de las decisiones pequeñas: escuchar sin interrumpir, sostener una conversación incómoda, reconocer el trabajo ajeno o incluso saber cuándo es mejor dar un paso al costado.
En un país que anhela más y mejores liderazgos, cada acción importa. Y aunque no hay una fórmula única, los liderazgos que cuidan, que promueven la equidad y que confían en sus equipos parecen ser los más preparados para sostener el futuro.